(Continuación) Al parecer, se cuenta que, al final de una de las conferencias que dio en Madrid, y como era habitual y previsible, se le aplaudió con calor y admiración.
Lo que no fue tan habitual y previsible, es lo que pasó después.
Dicen que mientras recibía las aclamaciones y las agradecía, al doctor no se le ocurrió otra cosa que hacer una bola con las hojas de sus notas y lanzarla hacia una papelera que estaba situada a unos diez metros (10 m) de distancia.
Sorprendentemente, la improvisada pelota entró de forma limpia en la papelera, ante los ojos atónitos del público.
Sólo les diré que Fleming salió a hombros del Aula Magna, llevado por médicos y estudiantes. En olor de multitud, que dijo el castizo. Y él tan feliz.
Un improvisado enceste papelero, realizado sobre la marcha y sin más trascendencia, puesto al mismo nivel de reconocimiento que un metódico descubrimiento científico, que costó años de estudio y que ha salvado a millones de seres humanos.
Ya les hablé de su genialidad, pues esto es buena prueba de su sencillez y humildad. Ni por un solo momento dudó que lo importante en ese momento era, haber encestado. (Para el investigador no existe alegría comparable a la de un descubrimiento, por pequeño que sea).
Fleming en Sevilla
Fleming estuvo invitado en Sevilla los días 7 y 8 de junio de 1948, de modo que este verano pasado se ha cumplido el sesenta y cinco aniversario de su visita. Venía de Madrid y Barcelona y fue recibido en el Hotel Colón, desde donde salió para realizar una visita al Hospital de la Caridad. Se le nombró académico de honor de la Real Academia de Medicina de Sevilla, en una sesión pública que se celebró en el Teatro Lope de Vega, siendo condecorado en el Ayuntamiento por el entonces presidente el doctor Dominguez Rodillo.
Ya un año antes de la concesión del Nobel, el 9 de noviembre de 1944, el diario ABC de Sevilla había publicado un artículo del Dr. Florencio Bustinza, “El descubrimiento de la penicilina, momento estelar en la historia de la ciencia”.
En el artículo, no solo se narra el proceso del descubrimiento, desde un punto de vista histórico social muy detallado, sino que viene acompañado de una serie de preguntas y reflexiones relacionadas, tanto con la realidad sanitaria como con la búsqueda de curas para la tuberculosis y otras enfermedades causadas por virus.
Se trata de un interesante material, como fuente de reflexión y análisis de la construcción del conocimiento. Y un recurso docente para la enseñanza de la Ciencia, desde el enfoque histórico social.
Florencio Bustinza Lachiondo (1902-1982), catedrático de Fisiología Vegetal en la Universidad Central, fue quizás la figura más destacada de nuestro país, entre el grupo de investigadores que en los años cuarenta del pasado siglo XX, se dedicó a este medicamento.
Es autor de una amplia producción científica sobre los mecanismos de obtención de este medicamento, y contó con la amistad personal del propio Fleming durante más de diez años.
Volviendo a la estancia de Fleming en Sevilla, comentar que también fue nombrado miembro honorario del Excmo. Ateneo de Sevilla. Recibió el cargo de Presidente de Honor de la Sociedad Médica de Hospitales de Sevilla y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
Pero lo primero, ya se lo adelantaba, fue la visita al Hospital de la Caridad.
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