miércoles, 4 de diciembre de 2013

Vencejos de mi calle sevillana


Me gusta observarlos al atardecer, desde mi ático, en la orilla derecha de la dársena del río Guadalquivir. Muy, muy, cerca de donde salió la primera vuelta al mundo que el hombre dio. La circunnavegación que inició Magallanes y concluyó Elcano.

Primus circumdedisti me. Una historia marinera de otro tiempo ya enrocada, de la que no tengo nada más que añadir por ahora.

De la que nos trae hoy, la vencejera, sí les diré que veo cómo sobrevuelan los nidos que tienen en una grieta del edificio de enfrente de donde vivo. Ya saben la típica junta de dilatación entre bloques.

Lo hacen con una frenética e ininterrumpida actividad. Algo parecido al vídeo que les muestro y que he tomado de youtube. Ya saben cómo funciona esto.

Me acaricia el susurro de sus armoniosos aleteos y planeos. Oigo el sonido de sus continuos, agudos y no muy armoniosos, chillidos.

Y me quedo extasiado con su rápido y zigzagueante vuelo, más rápido que mi propia vista.

Que es como decir, casi, la velocidad de la luz (c), recuerden unos trescientos mil kilómetros por segundo (300 000 km/s). Una exageración por mi parte, sin duda.

Pero es que se calcula que, con sus aguadañadas alas, pueden embocar los nidos a más de setenta kilómetros por hora (70 km/h), que es como decir casi veinte metro por segundo (20 m/s)

Lo que no estarán conmigo es ir rápido. No, visto así, no está nada mal la comparación.

¿Cuándo y por qué cantan los vencejos?
Aunque cantan todo el día, a los vencejos se les oye mejor a primera hora de la mañana. Cuando en grupos reducidos realizan vuelos vertiginosos a ras de los tejados, siempre en pequeños tiovivos cerca de los nidos.

Unos dicen que lo hacen para avisar de su llegada a los pollos que, por cierto, nunca tienen el pico abierto. De modo que tienen que tirar de las plumas del cuello de los padres para reclamar su atención y pedir la comida.

Otros como el profesor Purroy, experto ornitólogo, sin embargo piensan que los vencejos se chillan para animarse en la caza de los insectos que se desplazan por el aire. Una especie de exaltación del vigor, como una suerte de juego.

Recordarán el dicho de una entrada anterior, “Es más tonto que un vencejo”, con el que pretendemos subrayar la torpeza de alguien. Pero ya lo saben, no es así. Al menos no del todo, en el caso del ruán.

Les dije que los vencejos no pueden emprender el vuelo desde el suelo, y que por eso, nunca se posan. Pero eso no es cierto. En su caso es sólo una dificultad derivada de su envergadura, de su gran complexión.


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