Nunca me ha gustado la actitud de, ya de entrada y sin más reflexión, dar por hecho algo. Ya saben a lo que me refiero. Ese proceder tan humano que nos lleva a utilizar de forma poco crítica, la coloquial locución adverbial “por supuesto”.
Que si “por supuesto esto”, que si “por supuesto lo otro”, que si “por supuesto lo de más allá”.
Con ella o sus sinónimos, queremos enfatizar que algo es cierto, sin que sea necesaria mayor abundancia en su tratamiento. Así, sin más sustento ni basamento que nuestra propia y desnuda afirmación.
Y lo realmente preocupante es que no nos cortamos un pelo en su uso.
Lo hacemos en infinidad de circunstancias y momentos; con extraños y conocidos; en casa y en el trabajo; sobre asuntos ordinarios y extraordinarios; con temas que conocemos y de los que apenas conocemos algo; en fin ya me entienden.
No, no me llevo bien con ellos, sin duda. Pero no les canso más.
Lo hacemos en infinidad de circunstancias y momentos; con extraños y conocidos; en casa y en el trabajo; sobre asuntos ordinarios y extraordinarios; con temas que conocemos y de los que apenas conocemos algo; en fin ya me entienden.
No, no me llevo bien con ellos, sin duda. Pero no les canso más.
Por si no he sido lo suficientemente explícito, mejor vean esta lista docenera que les he confeccionado, con algunos de los “se da por hecho” más cotidianos para mi, claro, entender. Por supuesto, faltaría más.
Se da por hecho que...:
... hay cosas que no se cuestionan.
... la gente no cambia.
... los malos son los demás.
... la vida es así.
... la ley (la “tele”, el Gobierno, el periódico, etcétera) lo dice, así que es así.
... las madres cocinan bien.
... los precios suben.
...más vale pájaro en mano.
...los feos son listos.
...los gordos son simpáticos.
...los guapos son tontos.
...los borrachos dicen la verdad.
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