lunes, 11 de noviembre de 2013

Las Matemáticas también son Cultura (1)


Hace unos días cayó en mis manos un artículo sobre las “gratuidades” en esta vida. Creo que lo leí (perdón porque les hablo de memoria) en uno de los pocos diarios de difusión gratuita que aún siguen “vivos”.

Lamento también, por otro lado, no recordar a su autor aunque no es éste un dato que sea necesario para los intereses que me traen, por lo que vuelvo al artículo.

Encaminado a un asunto que tampoco hace al caso, vaya por Dios con los desaires, se planteaba en él una curiosa idea.

La de cómo se ha ido instaurando en nuestra sociedad, la moda de realizar diferentes e interesantes ofertas para el consumidor, por parte de distintos comerciantes y en infinidad de artículos y géneros.

Una práctica motivada, naturalmente, por la crisis. Dicen que hay que adaptarse al signo de los tiempos.

De oferta en oferta y compro si se presta
Y las iba ofreciendo el articulista, las ofertas, por mor de sus propios intereses, en un orden que a su entender, iba de menor a mayor atractivo económico para el consumidor.

Empezaba con la típica del “dos por uno”, pasaba a la del “tres por dos” para, sin solución de continuidad, presentar la del “cuatro por tres” y rematar con la del “siete por siete”. Que vendría a ser algo así como el remate de los tomates, del “ofertero” escaparate.

Se ve que para él, la sucesión que narraba, era toda una clara escalada en la empinada escalera de la economía familiar, hasta llegar al “gratis total”.

Sin embargo, qué diferentes somos los humanos, yo no lo vi tan claro. No me pregunten la razón de mi nublada visión. La desconozco. Sencillamente, sólo sé que el batiburrillo de cifras -“2x1”, “3x2”, “7x7”, etcétera-, nada más leerlo, oiga, como que me turbó.

Desde el punto de vista cuantitativo, se me encendió esa bombilla, que casi todos tenemos, del “aquí hay algo que no me encaja”. Por un motivo que se me escapaba, el baile de números del artículo no me parecía ni coherente con la intención, ni progresivo con la distribución.

Aunque desde ya les prevengo que nunca me llamaron la atención “las cuentas”. No es que tenga incapacidad para echarlas, sólo es que no me han atraído de forma especial.

Para mí son como las lentejas, que me las como, pero no son un plato que me vuelva loco.

Por lo que, ahora que lo escribo, quizás harían bien en no fiarse, ni de las cuentas que les eche, ni de lo que les diga. Al menos de entrada.

De todos modos, y consciente de mis limitaciones, he tirado de lápiz y papel y echado unos números a las ofertas del artículo citado. Y así he ido pasando de oferta en oferta.



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