jueves, 21 de noviembre de 2013

Habilidades, cerebro y ciencia


Les decía hace unas entradas que “desde finales de los años setenta del pasado siglo XX, sabemos que nuestro cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de ellas”.

Lo que era sin duda “una idea sorprendente y toda una revolución en el campo científico de la consciencia, que nos vino de la mano de las investigaciones del neurólogo estadounidense Benjamin Libet (1916-2007)”.

Y que “nos puede parecer extraño, incluso increíble, pero es así”. Y tanto que lo es.

Porque, sólo unos años después, aparecía una nueva idea revolucionaria en este campo del saber humano: la mayor parte de nuestras decisiones no son fruto de la razón, sino de nuestros sentimientos más viscerales.

Y no era un brindis al sol. Existen evidencias científicas que sustentan esta afirmación, su realidad.

La de que nuestro sistema cerebral de las emociones reacciona de forma muy rápida, casi instantánea, ante los estímulos. Y que la sensación emocional resultante, sería la encargada de ponernos en guardia, de forma inmediata, para actuar.

Por ejemplo para huir o atacar, por decir unas de las más primarias. Porque lo cierto es que lo hace en cualquier tipo de actividad. Incluso la más nimia y cotidiana, como podría ser la de elegir la corbata, que nos vamos a poner para salir a la calle.

Y lo dicho, todo antes, mucho antes incluso, de que seamos conscientes de ellos. Sorprendente y preocupante para nuestro ego sapiens. Tan crecido él.

Tomo conciencia en este momento que escribo, de que no se lo he dicho aún. Un olvido por mi parte que paso a subsanar. El autor del, para algunos, poco agradable enfoque científico de una equivalencia entre mente y cerebro o, por decirlo de otra forma, estados mentales y cerebrales es el reputado neurólogo portugués Antonio Damasio (1944).

Ya volveremos sobre él y su libro.

El caso es que los descubrimientos del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005 por un lado y los de B. Libet por otro, no es que dejaran a la mente humana en mal lugar. Tampoco es eso.

Pero indudablemente, sí la desubicaron de ese lugar central y preponderante en el que siempre la hemos puesto y le hemos supuesto. No en vano nos llamamos homo sapiens, o sapiens sapiens. Casi ná.

Un palo para nuestra vanidad racional como especie animal.

Es evidente que todos somos capaces de tomar decisiones de forma inconsciente, al parecer y sobre todo, cuando estamos en movimiento. Lo hacemos de forma casi instantánea y basándonos en una combinación de imágenes, relaciones y ruidos. Que es como decir luz, fuerzas y sonido.

En definitiva de energía y campo. Dos conceptos, a la vez que magnitudes, fundamentales en Física.

La cuestión está en saber y comprender, cómo llegamos a priorizar y a tomar determinadas decisiones en fracciones de segundo. Una cuestión básica porque, de su compresión, se podrían derivar conocimientos que nos ayudaran a curar diversas enfermedades relacionadas con lo que se conoce como la “torre de control humana”.

No es que el cerebro sea un ordenador, eso está claro. Pero sí parece que se comporte como una máquina de cálculo de probabilidades, a la hora de tomar decisiones en nuestras actividades vitales.

¿Por qué optamos por una cosa y no por otra? ¿Se trata de una cuestión de efectividad de la elección? ¿O es porque, de esta forma, nuestro organismo recibe una recompensa?

¿Qué papel juegan en estas inquietudes científicas, el futbol y Messi?


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