(Continuación) Le argumenté si había realizado algún tipo de estudio estadístico en el que apoyar su afirmación, o si me podía explicar la naturaleza y el mecanismo de cómo se producía tal influencia porque, hasta donde yo llegaba, la ciencia no había encontrado ninguno.
Lo único que hizo fue mirarme con cara de estupor y contestarme ahora, aquello de que se veía a la legua que yo era uno de esos “científicos que tienen la cabeza cuadriculada”. En fin, ya sabe, marchando una de falacia ad hominem.
Ni que decirle tengo que este profesional de la medicina, tras nuestra charla, siguió convencido de su credulidad, al igual que les ocurre a otros profesionales de distintos ámbitos.
Se comprende que el mito partero-lunero es una de esas atractivas aseveraciones, que hacen que determinadas personas la sigan creyendo, a pesar de que los datos y las pruebas apunten en sentido opuesto.
¿Por qué somos así los humanos?
Es obvio que estamos hechos de estos mimbres. Las casualidades no existen, se tratan tan solo de una posibilidad más para un sucedido, pero es innegable que nos fascina singularizarlas y elevarlas a la categoría de norma. Un proceso mental al que, desde el campo de la psicología, podemos encontrar explicación basándonos en estos dos conceptos: el conocimiento sesgado y el refuerzo colectivo.
Según el primero, nuestro cerebro tiende a no manejar bien aquellos datos que nieguen una hipótesis en la que creemos. Nos resulta mucho más fácil valorar positivamente o recordar lo que confirme nuestra idea, que aquello que niegue ese preconcepto.
Que vaya en contra de nuestro prejuicio o idea previa. Es una forma de pensamiento selectivo.
Al que se suma el segundo de los conceptos, conocido como refuerzo colectivo. Nos viene a decir que una aserción repetida lo suficiente por los miembros de una comunidad, se termina convirtiendo en una creencia, tan fuertemente arraigada, que ya no necesita que la avalen los datos.
Es más, aunque vayan en contra. No importa. Es verdad sólo porque ellos quieren que lo sea.
En la conjunción de estos dos procesos se encuentra la explicación científica de otras muchas leyendas científicas.
“Cráneos privilegiados”
Algunas ya han sido enrocadas: los camaleones cambian de color para camuflarse; el ya apuntado de que los números “feos” salen menos en la lotería; se puede engañar al alcoholímetro; una cuchara metida en una botella de cava evita que pierda gas; la cobra hipnotizada por la música del encantador; el color rojo atrae a los toros; etcétera.A pesar de lo que se dice -si bien la estulticia siempre insiste, la realidad no por ello se muestra menos tozuda-, tengo para mí que estos intentos divulgativos, sustentados teórica y estadísticamente por la ciencia, es poco probable que cambien la mentalidad de ciertas personas.
Aquellas que necesitan creer o creen necesitar, a pies juntillas, en la existencia de ciertos fenómenos como este que nos trae de una mayor frecuencia de nacimientos durante la Luna llena. De manera que, a pesar de lo que se les diga sobre el error en el que están, ellos seguirán creyendo.
Sencillamente algunas personas no quieren cambiar.
Por ir cerrando. La Luna, llena o no llena, tiene que ver en lo que tiene que ver pero en nada más. Una cosa son las mareas y otra muy distinta romper aguas.
Por cierto, la próxima luna llena otoñal tuvo lugar el pasado 19 de octubre.
Éste les aseguro que es un hecho plenamente confirmado, desde la teoría y desde la práctica, de forma que aunque no se lo quiera creer, cuando levante la vista al cielo la noche del sábado la podrá ver.
La pregunta es, ¿hubo más partos? La respuesta pertenece a esos “cráneos privilegiados” que supuestamente somos.
¿pOR QUÉ DICE LO DE CRÁNEOS PRIVILEGIADOS?
ResponderEliminarmE GUSTA COMO ESCIRBE