Nacida en Bolonia, desde pequeña, Laura María Caterina Bassi (1711-1778) mostró un precoz deseo por aprender. Aunque, debido a las dificultades que las mujeres seguían teniendo para acceder a los estudios académicos, lo hizo en privado.
Fue tutorada por un primo que era médico y profesor de lógica. Ávida lectora, y no sin tener que superar numerosas trabas, estudió latín, lógica, metafísica, filosofía natural, álgebra, geometría, griego y francés.
Con veintiún años conseguía el doctorado en Filosofía, tras realizar un brillante examen en la Sala del Palacio Público de Bolonia.
Consistente en un debate con algunos de los más prestigiosos doctores de la época en filosofía y física, salió del mismo triunfante.
Más que triunfante, como lo prueba el hecho de que obtuviera también un puesto de profesora en la Universidad y se convirtiera, al poco tiempo, en miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia.
Algo difícil para un hombre e inimaginable para una mujer, en aquellos tiempos. Y las primeras dificultades que tuvo para empezar a estudiar e iniciar su carrera académica, continuaron en su desarrollo profesional.
Esposo y compañero
Parece increíble, pero a pesar de estar en pleno siglo XVIII, el de Las Luces, y con La Ilustración en marcha, el acceso de la mujer a ciertos conocimientos seguía siendo si no imposible, sí bastante improbable por impedido y limitado.Increíble y contradictorio. Porque gracias a este movimiento intelectual se pudieron desarrollar en Europa las artes y las ciencias, a la vez que se reafirmaban el poder de la razón y del progreso del esfuerzo personal. El sueño del intelecto humano.
Pero se ve que sólo era para los hombres, no para las mujeres. El sueño de la razón, a veces, engendra monstruos.
Fue gracias a su matrimonio en 1738, con el médico y físico Giuseppe Veratti, con quien tuvo una muy numerosa prole (ocho hijos), que pudo realizar su actividad científica, no sin enojosas trabas.
Uno de esos raros casos en los que el científico reconoce a la científica que tiene al lado y, como hombre, no solo la acepta como tal sino que la potencia. Fue esposo y compañero. Un binomio harto infrecuente. Ayer y hoy.
Continúan los obstáculos
Les hablaba de las dificultades. Ahí van algunas más. Las llamaremos ahora obstáculos.Cada vez que Laura quería dar una conferencia pública, debía solicitar el permiso del Senado italiano. Un requisito sólo exigible a las mujeres, por el mero hecho de serlo.
Y también por ser mujer no podía ascender dentro de la jerarquía académica, ni tenía acceso a la investigación experimental.
Para solucionar lo primero, poco podía hacer ella sola. Pero para lo segundo se puso manos a la obra. Tardó unos años pero, en 1742, pudo empezar a impartir clases de física experimental en las que difundía las teorías del científico inglés Isaac Newton.
Eso sí lo tuvo que hacer en su casa, de forma privada junto a su marido. Unos años después, en 1749, inauguraba un laboratorio privado en su academia-domicilio, que terminó convirtiéndose en un acreditado centro docente y de investigación, conocido y reconocido en toda Europa.
Desarrollo docente e investigador
Entre sus investigaciones destacar las realizadas sobre: la trayectoria de distintos cuerpos en movimiento; la medición hidrométrica; la elasticidad del aire, en las que ponía en duda la Ley de Boyle-Mariotte; la formación de burbujas en diferentes líquidos y distintos recipientes; sobre electricidad y su aplicación en medicina; etcétera. (Continuará)
Ya era hora de que volviera a escribir sobre científicas o Hacedoras de la Ciencia como las llama.
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