¿Cómo es que el alcohol que ingerimos llega hasta la sangre, el cerebro y el aliento? Así es como acababa la última de las entregas alcoholimétricas de este verano.
Una saga que empezaba hace ya más de un mes, por lo que prudente será que le vayamos dando fin.
Viajando con el alcohol por nuestro organismo
Inmediatamente de ser ingerida una bebida alcohólica, como cualquier otra que tomemos, pasa a través de la faringe y el esófago hasta el estómago, donde permanece de forma temporal como componente del bolo alimenticio.
Y ya se producen en él las primeras absorciones de alcohol a través de las propias paredes gástricas.
Un proceso en el que podría influir, hay datos que así lo hacen pensar, el propio contenido gástrico.
De modo que si una comida es, especialmente, copiosa en grasa, podría disminuir esta absorción del alcohol estomacal.
Un factor, cuantitativamente hablando, poco relevante en cualquier caso, dado que la mayor parte del alcohol ingerido (95%) pasa, del estómago al intestino sin ser absorbido.
Aquí, en este órgano, es donde en realidad, comienza casi todo lo relacionado con el asunto que nos interesa.
En el intestino, entre el estómago y el ano, es donde el alcohol se filtra hacia el torrente sanguíneo. Lo hace a través de unos finos capilares que lo conducen, a su vez, hasta una gruesa vena que llega al hígado, la vena porta.
Es esta víscera, el hígado, la más voluminosa de todas las que tenemos y una de las más importantes por su actividad metabólica, la encargada de destruir o metabolizar buena parte del alcohol ingerido.
Y tras salir de ella se distribuye al resto del organismo, quedando parte en el torrente sanguíneo y parte retenida en el interior de los tejidos, donde se va acumulando.
Un fenómeno que se produce en ese sentido, de sangre a tejido, siempre que la concentración alcohólica en éstos sea inferior a la que tiene en sangre. Cuando es mayor se inicia el proceso inverso que no acaba hasta la desaparición del líquido.
Destacar que el alcohol se concentra más, por lo general, en aquellos tejidos donde hay un mayor porcentaje de agua, como ocurre con los músculos.
Y por supuesto que llega hasta el cerebro también.
Sin embargo, lo hemos comentado más arriba, es el hígado quien más cantidad de alcohol elimina (cerca del 95%). De ahí que los “mitos-trucos” de la micción y la respiración forzada para eliminar alcohol, no den resultado alguno desde el punto de vista práctico, aunque tenga cierta base científica.
Y que el “del vómito” sólo se muestre eficaz, si lo ponemos en práctica durante los primeros minutos de la ingesta, cuando el alcohol aún no ha pasado al intestino. Lo que estarán conmigo que resulta algo molesto.
Beber y vomitar a continuación, para no dar el cante a la hora de soplar, y así poder beber de nuevo pero, para a continuación vomitar. Vamos una estupidez. Una especie de enfermedad que sólo puede curar el conocimiento o en su defecto el tiempo. Que dicen que todo lo cura.
Para personas que lo ingieren de forma sana, no para las que lo consumen durante casi todo el día y de manera constante, por término medio, se estima que el tiempo que tarda el alcohol en ser metabolizado y evaporado completamente de nuestro organismo, es de más de seis horas.
Ése es el tiempo que el hígado necesita para eliminarlo.
En la gráfica podemos ver este dato, así como que se tarda casi una hora en alcanzar el nivel máximo. Pero, ahora que lo pienso, ¿responden igual todos los cuerpos ante la ingesta de alcohol?
Pues desde ya les digo que no ¿Entonces?
Un proceso en el que podría influir, hay datos que así lo hacen pensar, el propio contenido gástrico.
De modo que si una comida es, especialmente, copiosa en grasa, podría disminuir esta absorción del alcohol estomacal.
Un factor, cuantitativamente hablando, poco relevante en cualquier caso, dado que la mayor parte del alcohol ingerido (95%) pasa, del estómago al intestino sin ser absorbido.
Aquí, en este órgano, es donde en realidad, comienza casi todo lo relacionado con el asunto que nos interesa.
En el intestino, entre el estómago y el ano, es donde el alcohol se filtra hacia el torrente sanguíneo. Lo hace a través de unos finos capilares que lo conducen, a su vez, hasta una gruesa vena que llega al hígado, la vena porta.
Es esta víscera, el hígado, la más voluminosa de todas las que tenemos y una de las más importantes por su actividad metabólica, la encargada de destruir o metabolizar buena parte del alcohol ingerido.
Y tras salir de ella se distribuye al resto del organismo, quedando parte en el torrente sanguíneo y parte retenida en el interior de los tejidos, donde se va acumulando.
Un fenómeno que se produce en ese sentido, de sangre a tejido, siempre que la concentración alcohólica en éstos sea inferior a la que tiene en sangre. Cuando es mayor se inicia el proceso inverso que no acaba hasta la desaparición del líquido.
Destacar que el alcohol se concentra más, por lo general, en aquellos tejidos donde hay un mayor porcentaje de agua, como ocurre con los músculos.
Y por supuesto que llega hasta el cerebro también.
En vía de desaparición
Como ya hemos explicado, el alcohol desaparece de forma gradual de nuestro organismo de varias formas: a través de la orina, la transpiración y la evaporación desde el aire exhalado por los pulmones. Sin embargo, lo hemos comentado más arriba, es el hígado quien más cantidad de alcohol elimina (cerca del 95%). De ahí que los “mitos-trucos” de la micción y la respiración forzada para eliminar alcohol, no den resultado alguno desde el punto de vista práctico, aunque tenga cierta base científica.
Y que el “del vómito” sólo se muestre eficaz, si lo ponemos en práctica durante los primeros minutos de la ingesta, cuando el alcohol aún no ha pasado al intestino. Lo que estarán conmigo que resulta algo molesto.
Beber y vomitar a continuación, para no dar el cante a la hora de soplar, y así poder beber de nuevo pero, para a continuación vomitar. Vamos una estupidez. Una especie de enfermedad que sólo puede curar el conocimiento o en su defecto el tiempo. Que dicen que todo lo cura.
Todo es cuestión de tiempo
Al margen de lo evidente que sean sus efectos, el alcohol necesita de un tiempo considerable para que desaparezca de nuestro organismo.Para personas que lo ingieren de forma sana, no para las que lo consumen durante casi todo el día y de manera constante, por término medio, se estima que el tiempo que tarda el alcohol en ser metabolizado y evaporado completamente de nuestro organismo, es de más de seis horas.
Ése es el tiempo que el hígado necesita para eliminarlo.
En la gráfica podemos ver este dato, así como que se tarda casi una hora en alcanzar el nivel máximo. Pero, ahora que lo pienso, ¿responden igual todos los cuerpos ante la ingesta de alcohol?
Pues desde ya les digo que no ¿Entonces?
Es cierto que el alcohol con azúcar emborracha más?
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