jueves, 25 de julio de 2013

¿Los termómetros de calle son instrumentos oficiales?


Lo dice la misma Organización Mundial de Meteorología, OMM, que remarca la idea. Estos termómetros no tienen ningún fin meteorológico oficial. La magnitud térmica que marcan sus dígitos no tiene ningún valor científico.

De hecho no aparecen reflejados en ninguna estadística meteorológica, ni local, ni provincial, ni de ningún nivel.

Para lo único que sirven estas cifras es para saber a qué temperatura está el aire que rodea el sensor térmico que lleva dentro la caja que contiene al termómetro. Es decir, que ni siquiera nos dice la temperatura que hay en la calle en al que esté.

Cualquiera puede comprobar que dos de estos aparatos, colocados en ambas aceras de una misma avenida, suelen dar dígitos distintos, cuando apenas les separan unos metros. Luego no marcan la temperatura de la calle, sino la que existe en el interior de cada uno de ellos, y que no es, por supuesto, la que nosotros experimentamos.

Es decir una temperatura que no le importa a nadie y que falsea la realidad de la que pretende ser imagen. Y su difusión, la haga quien la haga y por el motivo que lo haga, es un atentado a la información veraz y rigurosa que suministra la Meteorología como ciencia.

Y no son instrumentos oficiales porque, no miden la temperatura científica.

¿Miden los termómetros urbanos la temperatura científica?
La temperatura que se suele manejar tanto en Meteorología como en Climatología es la denominada temperatura del aire, una propiedad atmosférica relacionada, por el modelo cinético-atómico molecular de la materia, con la magnitud velocidad media de los átomos que conforman dicho aire.

Y cuya determinación correcta exige la adopción de una serie de medidas precautorias, tanto extrínsecas como intrínsecas, en la instalación del dispositivo meteorológico. Unas medidas perfectamente especificadas y homologadas por la Organización Meteorológica Mundial, OMM.

Entre los requisitos externos al propio dispositivo, garita meteorológica, se encuentran: a) que esté protegido de la radiación solar, es decir, instalado a la sombra; b) ubicado sobre césped; c) en un lugar despejado, alejado de cualquier obstáculo, edificio, pared, etcétera; d) a un metro y medio (1,5 m) del suelo; etcétera

Y entre los internos: a) que esté construido en madera; b) con unas medidas en concreto; c) bien ventilado; d) pintado de blanco; d) con las puertas orientadas al norte; etcétera.

De esta forma se pretende obtener una uniformidad de medición entre unos lugares y otros, ya que la masa de aire que se mide estará siempre en contacto con un terreno natural y sin influencia del viento.

De ahí que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) realice sus mediciones de las condiciones del aire (temperatura, velocidad, presión,…) en lugares apartados y con poca influencia humana, como los aeropuertos.

De modo qué, cuando meteorología anuncia unas previsiones de temperatura, lo hace para estas zonas de medición. Si están previstas unas máximas de 40 ºC, lo están pero, por ejemplo, en el aeropuerto, no en la ciudad.

En una urbe, las circunstancias que se dan no son las exigibles desde el punto de vista científico para una garita meteorológica. De hecho hay quienes denominan a las ciudades “islas de calor”. Una expresión poco afortunada desde el punto de vista científico, pero que transmite una imagen clara.

En ellas la temperatura es más alta. Y es, precisamente, la que nos dan los termómetros callejeros.

Se estima que la temperatura que pueden marcar está entre tres y cinco grados por encima de la prevista por meteorología y ser dos o tres grados superior a la que en realidad tiene el aire de la calle.

Esto por término medio. Habría que estudiar cada caso, porque los hay algo extremos.

Pero a lo que vamos, los termómetros callejeros nos engañan.

1 comentario:

  1. Cuando yo estoy en la plaza de mi pueblo no estoy sobre césped, los guardias no me dejan pisarlo, ni a metro y medio del suelo, de blanco, separado de las paredes ni mirando al norte, aunque eso lo puedo corregir fácilmente. Entonces ¿quién nos engaña?

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