lunes, 17 de junio de 2013

Marquesa De Châtelet (y II)


(Continuación) Se refugiaron en un castillo que el marido de Emilie tenía en Champagne. Allí, en un idilio a tres bandas, campestre-filosófico-científico, compartieron pasiones de todo tipo. Formaron una biblioteca con más de 20 000 volúmenes.

Estudiaron a Descartes, Leibniz y Newton, convirtiéndose en los propagadores de las ideas newtonianas en Europa. Estaban convencidos de la originalidad y trascendencia de sus ideas sobre la naturaleza de la luz, el estudio de la óptica y el origen de la gravedad.

También creó un laboratorio donde investigó la naturaleza del fuego, emitiendo la hipótesis de que luz y calor tenían el mismo origen, o sea que pertenecían al mismo tipo de movimiento. Descubrió que rayos de luz de diferentes colores, no liberaban el mismo grado de calor.

Unas ideas muy prometedoras, por correctas.

Filosofía, amor y ciencia
En 1740 Emilie escribió y publicó, para su hijo, un libro de física, ‘Institutions de Physique’, en el que intentaba compatibilizar las ideas de Leibniz y Newton.

De su calidad nos habla el hecho de que llegó a ser utilizado como libro de texto.

Su autoría le fue negada por el matemático Samuel Kœning (1712-1757), un antiguo tutor con quien había estudiado cálculo infinitesimal. En 1752, ya muerta Émilie, Koening reconoció haber mentido.

También tradujo del latín al francés, el famoso ‘Principia’ de Newton, convirtiéndose así en la mayor propagandista de las ideas newtonianas en Francia, opuestas a las posiciones cartesianas de la gran mayoría de los científicos franceses de la época.

Una circunstancia que posibilitó el posterior, y especialmente espectacular, desarrollo de la mecánica celeste en ese país. Fue la obra culminante de su vida y sigue siendo la única traducción francesa que existe.

Por antonomasia, en Francia, Emilie es la traductora de Newton.

“Perdí la mitad de mí mismo”
A finales de los años 40, Emilie se echó un amante (Voltaire era doce años mayor que ella) que la dejó embarazada. Tenía ya cuarenta y dos (42) años cuando tuvo a la pequeña.

A los pocos días moría de fiebre puerperal. Días después lo hacía la neonata.

Un desolado Voltaire escribía: “...perdí la mitad de mí mismo”. Hay amistades que tejen aceros.

En 1759 el manuscrito del ‘Principia’, que había sido depositado en la Biblioteca Real en París, se publicaba. A pesar de lo que digan, amor, ciencia y filosofía pueden marchar juntos. Hay gente que es capaz de llevarlo todo por delante.

Como Emilie.



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