miércoles, 1 de mayo de 2013

“Máquina Hydroándrica


o vestidura para cubrirse un hombre dentro del agua. Ese es el vestido o aforro exterior que se ponen sobre toda la armazon, de caperusa, armador y calzones de fierro ynteriores”.

Este es el título completo de esta impresionante ilustración de 1720, perteneciente al proyecto realizado a pluma por Alejandro Durand, barón de Mazabrat, y es lo que parece, un buzo del siglo XVIII.

La imagen de este extraño personaje que tiene ante sus ojos, corresponde nada menos que al primer diseño de un traje de buzo, hecho en España.

Su desconcertante, y hasta diría yo que algo inquietante imagen, nada tiene que ver por tanto, con cualquier versión “magufa” sobre un raro mutante nacido en aquellos años. O un monstruo salido de las pesadillas del ilustrador.

Y ya de la que va, por qué no, con un supuesto alienígena venido de otro mundo e ilustrado por un lugareño después, eso sí, de ser “ikerizado” en Cuarto milenio.

No. No van por ahí los tiros. Lo siento, pero la respuesta correcta es menos especulativa. Siempre la Navaja de Occam.

Naufragios y traje de rescate
Parece ser que el alto número de naufragios, y por ende de mercancías y navíos perdidos por el Atlántico, en el continuo ir y venir entre España y América, instó a los ingenieros a buscar soluciones, para los problemas técnicos que se planteaban a la hora de intentar el rescate de los barcos naufragados.

Y en especial uno de ellos, el más importante: hacer permanecer al hombre el máximo tiempo posible bajo el agua, y así poder recuperar la mayor parte posible de los botines que se hundían.

Y encaminado a solucionar estas dificultades aparece este traje, confeccionado de una sola pieza de cuero, que presenta la novedad de varios tubos para respirar. Uno para la entrada de aire, otro para la salida y otro para utilizar por el buzo mientras se viste.

También va provisto de un casco o caperuza, un armazón de varillas de hierro para proteger el pecho y tenerlo hueco contra la presión del agua, y unos calzones, también formados por varillas de hierro circulares.

El traje iba lastrado con plomo y lleva además unos vidrios a modo de gafas que facilitaban la visión. El buzo llevaba en la mano un bastón terminado en dos puntas de hierro que le permitían, no solo, guardar el equilibrio, afirmándose en el fondo, sino defenderse de ataques de animales marinos.

En aquella época, inicios del siglo XVIII, este diseño, que se puede considerar un verdadero traje de buzo, supuso un hito en las técnicas de inmersión y anticipó las bases de los que serán las futuras escafandras.

Documento y autor 
Antaño, como hogaño, la recuperación de los tesoros de los buques naufragados en la Carrera de Indias se llevaba a cabo tanto por las instituciones como por particulares, que ofrecían sus servicios a la Corona mediante contratos.

Y en el documento de Durand, de 415 x 282 mm, escrito con la caligrafía original de la época y que está muy bien conservado, se pueden leer con detalle, y explicadas, todas las características y accesorios del invento.


“Con esta máquina entra el buzo al fondo del mar en doze y mas brazas de agua…

B. La trompa o abertura de cuerro que sirva para que respira mientras se biste el hombre, la qual se sierra después de vestido.

G. Bordon. Con dos puntas de fierro en los extremos- así como para afirmarse, como para defenderse de la fieras marinas”.


Entre otros detalles técnicos se distinguen también el aparato E que es el fuelle para dar aire; los F que son las aberturas para los ojos hechos de cristal, etcétera.

Durand fue un francés afincado en Lima que solicitó licencia al virrey para utilizar su «invento» en las Indias. Apuntaba entre sus finalidades, también, la pesca de perlas.

Pero hasta donde me he informado, ustedes me corregirán si no es así, no se tiene constancia de que el traje llegara funcionar o sin tan siquiera que el proyecto se llevara a la práctica.

Casi cuatrocientos años han pasado entre este modelo y los utilizados por la empresa Odyssey para expoliar el pecio del barco español Nuestra Señora de las Mercedes. Muchos avances científicos y tecnológicos entre ellos con sus correspondientes investigaciones y ensayos.

No quiero acabar esta entrada sin decirle que la ilustración original se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla. MP. Ingenios y Muestras, 248.

Y por lo que me cuentan es, quizás, uno de los dibujos que más fascinación provoca entre el gran público.

También leo que aparece en el libro IDEAS & INVENTOS de un milenio (900-1900) de Javier Ordoñez.

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