jueves, 23 de mayo de 2013

Lady Mary Wortley Montagu [y II]


De regreso a Londres 
(Continuación) Al regresar de Turquía en 1721, Lady Mary comenzó a divulgar este método. Variolizó a su hija de diez años y los Príncipes de Gales, amigos de Mary, decidieron hacer lo mismo con sus hijos.

Un gesto que se puso de moda en la aristocracia de toda Europa, y lo que es mejor, trajo consigo que el número de muertes por esta enfermedad descendiera. Pero por desgracia no fue así no en toda la sociedad.

La práctica fue calificada de “bárbara” por muchos científicos y médicos de la época, que mostraban alarmados sus prejuicios académicos.


De hecho, a lo largo de todo el siglo XVIII, dicha práctica fue motivo de feroces debates que, como desgraciadamente sabemos, retrasó sesenta años la adopción de la vacuna en Occidente.

Un duro golpe para la poetisa y, ahora también, pionera médica. Y no era lo peor. Tampoco en lo social y en lo literario le marchaban bien las cosas.

Su legendaria rebeldía intelectual ya no gustaba tanto en la sociedad británica. Es más, disgustaba. Su brillante inteligencia e instrucción, superior a la de la mayoría de los hombres, se consideraban ahora un insulto.

Los tiempos cambian y se terminó convirtiendo en el blanco de los, siempre, latentes prejuicios misóginos.

El gran Pope, otrora ardiente admirador de su poesía, ahora se declaraba su enemigo público y, lejos de lanzarle piropos, la atacaba como poetisa. Tras tan drástico giro en el sentido de su crítica, parece subyacer el rechazo que, como amante, le dio Lady Mary.

Un asunto que nadie lleva bien, y menos un hombre. Por los hechos se ve que él debió pensar que, a calabazas amorosas, insultos poéticos.

De nuevo en el extranjero
En 1739, enamorada de un joven al que doblaba en edad, Mary, abandonó a su marido y se fue a vivir al continente. Continuaron escribiéndose en términos respetuosos, pero nunca volvieron a verse.

En Florencia conoció a Horace Walpole (1717-1797), novelista inglés famoso por sus serendipias, con quien también tuvo sus más y sus menos literarios.

Aunque nunca pretendió publicar sus poemas, muchos de los trabajos de la Montagu figuran en antologías de poesía contemporánea.

Es discutible cuál de sus dos legados fue más importante, si el poético o el médico.

Sin duda es más conocida como poetisa, y menos como introductora de la vacuna de la viruela en Europa. Pero es evidente que, sin saberlo, Lady Montagu contribuyó a la creación de la primera vacuna.

Lo hizo muchos años antes de que se descubriera la existencia de los microorganismos y el médico inglés Edgard Jenner (1749-1823) realizara su famoso experimento, allá por 1796.

Es más, parece inconcebible que Jenner no hubiera sido instruido en esta experiencia, durante sus años de estudiante de medicina. Un conocimiento previo del trabajo de la Montagu, que restaría grandeza a su “arriesgado experimento”.

Jugaba con ventaja, pues sabía lo que pasaría. Lady Mary había llegado primero. No. No fue médica. Pero es probable que hiciera más por la especie humana, médicamente hablando, que muchos médicos de la época.

Sin discusión, es más que probable.

Lo que no admite discusión es que su vida fue una aventura y ella una inusual e influyente mujer. Dicen que el carácter es la mitad del destino. Tras la muerte de su marido, en 1762, volvió a Inglaterra para morir.

Causan admiración sus últimas palabras: “Ha sido todo de lo más interesante”. Un espíritu libre y una historia para novelar.

2 comentarios:

  1. Patricio Álvarez24 de mayo de 2013, 12:48

    ¿Por dónde circula el metro de Sevilla? ¿Para cuándo el primer metro del mundo?

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  2. Una futura científica27 de mayo de 2013, 9:25

    Es de los pocos sitios donde escriben sobre mujeres cientfícas.

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