sábado, 11 de mayo de 2013

AZULEJO DE OCHOA en el I.E.S. SAN ISIDORO


Es el segundo reconocimiento que existe en la ciudad de Severo Ochoa. De él destacar que no es exactamente la ciudad quien se lo tributa y que, por desgracia, para cuando tuvo lugar, el científico ya no se encontraba entre nosotros.

El homenaje corrió a cargo, y por cuenta, del centro de enseñanza que, el 21 de junio del Año del Señor de 2001, recordaba el paso del nobel por sus aulas y homenajeaba a su distinguido alumno con un azulejo conmemorativo.

Un reconocimiento que tuvo lugar en los primeros meses del primer año del siglo XXI. Y un acto al que vino invitado el bioquímico estadounidense Arthur Kornberg (1918-2007), quien compartió con Severo Ochoa el Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1959, por el descubrimiento de los mecanismos de la síntesis biológica de los ácidos ribonucleico (ARN) y desoxirribonucleico (ADN).

Aunque descrito así, en realidad, el nobel de Ochoa vino motivado por su extraordinaria trayectoria profesional. Sus grandes y definitivos hallazgos en biología molecular; sus aportaciones a la síntesis de las proteínas, la replicación celular o al código genético, etcétera.

Una trayectoria académica que empezó, podríamos decir, en el mismo centro en el que tuvo lugar este sucedido que les he referido. Y que cierra de alguna manera el círculo, que dirían algunos, del científico y la ciudad.

Porque, aunque le resulte extraño, sólo la calle y el azulejo dan testimonio del reconocimiento que la ciudad le hace al bioquímico. Una discreta calle de barrio y un azulejo dentro de un instituto. Eso es todo.

Nos consolaremos pensando que, a veces, menos es más.

A vueltas con el Premio Nobel
En la vinculación de la calle Asturias les hablaba de la síntesis de la enzima polinucleotidofosforilasa, y ahora les digo que fue dicha investigación el desencadenante para la concesión del laureado y preciado Premio Nobel

Si bien antes tuvo que pagar un peaje, por decirlo de alguna forma. Ochoa tuvo que adquirir la nacionalidad estadounidense. Lo hizo en 1956, tres años antes de que le concedieran el galardón. Un detalle entre curioso e inevitable.

Curioso, por la correlación entre las fechas. Lo dejo ahí. Inevitable porque, parece ser, fue una condición sine qua non que puso la academia sueca para la entrega del galardón. Pero bueno. Qué sabe nadie o vaya usted a saber.

Aunque en realidad, poco importa. El caso es que le fue concedido el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959, compartido con su discípulo Arthur Kornberg.

A él por sus hallazgos decisivos para descifrar el código genético y por sus investigaciones sobre el ácido ribonucleico (ARN) y el estudio del metabolismo energético, centrándose en el proceso de fosforilación.

Y a Kornberg por sus investigaciones sobre el ácido desoxirribonucleico (ADN) polimerasa.

Unos estudios que son la base de todas las investigaciones genéticas que se hacen en la actualidad, y que contribuyeron a identificar las correspondencias entre los nucleótidos y los aminoácidos de las proteínas.

Vamos, como quien dice, la clave de la Genética. Una rama de la Biología que, ahora que lo decimos, cuenta con calle en Sevilla, la calle Genética.

Lo que está bien porque, no en vano, estamos hablando de una aportación a la ciencia, que está considerada como uno de los hitos fundamentales que han dado paso a la moderna Genética Molecular.

Con toda justificación, la sociedad científica internacional, nombró a Severo Ochoa, Padre de la Genética Moderna. (Continuará)





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