domingo, 21 de abril de 2013

I.E.S. SAN ISIDORO de Sevilla y SEVERO OCHOA


Como los sevillanos saben, existe en Sevilla un Instituto de Educación Secundaria llamado IES San Isidoro, allá en la calle Amor de Dios, casi dando a la Alameda de Hércules y que empezó como “Instituto General y Técnico San Isidoro”.

Lo hizo a partir del colegio “San Diego” en el año 1845, a consecuencia de una reforma educativa conocida como “Plan Pidal” y bajo la dirección del matemático y poeta sevillano Alberto Lista (1775-1848).


Una fecha, la de 1845, que lo convierte en el centro decano de la capital hispalense y en el único que, durante noventa años, hubo en toda la provincia de Sevilla.

Unos aspectos que habrá que retomar en otro momento porque, lo que en realidad nos interesa ahora es la relación que guarda dicho centro con Ochoa. Con el bachiller Ochoa.

Resulta que en dicho instituto y entre los expedientes de 1920 se encuentra el de un alumno con 14 años de edad, matriculado no oficial en 5º de Bachiller, y de nombre Severo Ochoa de Albornoz.

Sí, nuestro insigne Premio Nobel en Fisiología y Medicina.

¿Qué notas sacó el futuro premio nobel?
Según su expediente académico Ochoa obtuvo las siguientes calificaciones en los exámenes de junio: Física, notable; Historia Literaria, sobresaliente; Psicología y Lógica, aprobado; Dibujo 2º, aprobado; Fisiología e Higiene, no figura.

Estarán conmigo que no son malas notas, pero tampoco son excepcionales. No son las que cabría esperar de un futuro nobel en Fisiología y Medicina. Una especialidad en la que, curiosamente, nuestro joven no tiene calificación bachillera, ni en junio ni en setiembre.

La lógica nos dice que la asignatura Fisiología e Higiene debía ser la más próxima en contenido curricular, a la materia por la que le concedieron en Nobel. Y por tanto una de su favoritas. Sin embargo ya ven.

Va ser verdad, que en casa del herrero cucharón de palo.

Ésta que les acabo de contar es la primera vez, que el hilo de la vida de Don Severo, se cruza con la madeja el ovillo de la ciudad de Sevilla. Un Ochoa adolescente y escolar. Ya no Severín sino Severo.

Pero no será la única. Aunque la siguiente tuvo que esperar algunos años. En concreto sesenta y tres (63) años. Ya en las postrimerías vitales del científico.

Y aunque les resulte extraño, en este sucedido, anduvo de por medio un matador de toros y un hotel. Ambos sevillanos. El primero de San Bernardo y el segundo de la Puerta Jerez. Pero adelantemos acontecimientos.

Con posterioridad y acabado el curso, volvemos al instituto, la familia marchó de nuevo a Málaga, donde Severo ya logró el título de bachiller en 1922. Y desde donde marchó a Madrid para estudiar Medicina. Lo hacía con un doble deseo.

De Severo a Don Severo
Junto al nuevo tratamiento del nombre le acompañaban dos deseos del hombre.

Uno, académico y profesional, que llegó a cumplir. Dicha carrera de Medicina era, en aquella época, el mejor camino para acceder a los estudios de Biología y la salida para iniciar una carrera investigadora. Su sueño. Que fue más que satisfecho.

Otro, humano y personal, que no pudo ser. El de poder estudiar Neurohistología con don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1906, y por cuya personalidad científica y humana se sentía, y sintió siempre, muy atraído. Su ilusión. Ésta no satisfecha.

Parece ser que, por desgracia para Ochoa, el Nobel, ya septuagenario, había dejado su cátedra y se dedicaba sólo a la investigación, sin carga docente alguna. De modo que no mantenía contacto con los estudiantes.

No obstante, y a pesar de que no llegó a conocerlo académicamente, la influencia de los escritos de Ramón y Cajal fueron fundamentales en la evolución del joven Ochoa.

Ramón y Cajal y Ochoa
Ochoa y Ramón y Cajal. Probablemente los dos científicos españoles que más hondo han calado en el corazón y el cerebro de los españoles. Los dos que llenan nuestro imaginario colectivo, en lo que respecta a las ciencias.

Dos singularidades bien reveladoras de nuestra forma de entender la cultura, al menos en lo que respecta a una de las humanidades, las ciencias.

La misma forma de la que Ortega y Gasset nos dejó el siguiente apotegma: “El caso de Ramón y Cajal no puede significar un orgullo para nuestro país. Es más bien una vergüenza, porque es una casualidad”.

Más alto, quizás. Más claro, imposible. Decirlo, digo.

2 comentarios:

  1. No tenía ni la menos idea de este vínculo de Ochoa con Sevilla. Lo seguiré con atención.

    ResponderEliminar
  2. Lo hizo a partir del colegio “San Diego” en el año 1845, a consecuencia de una reforma educativa conocida como “Plan Pidal” y bajo la dirección del matemático y poeta sevillano Alberto Lista, https://doctorariobo.com/biografia-de-zambo-cavero/

    ResponderEliminar