De ahí que se trate de un, menos que discreto y más que impropio reconocimiento de la ciudad, para quien sin lugar a duda, es uno de los grandes genios científicos universales.
Que además es de origen español. Si bien es cierto que su desarrollo profesional lo hizo en los EEUU, y buena parte de él, con la nacionalidad estadounidense. Cosas que pasan.
Pero es que, para más inri, Ochoa es de los escasísimos premios nobel con los que contamos en nuestro país, en total sólo siete (7). El suyo es el segundo que tenemos en el campo de las ciencias y, ¿casualidad?, en la misma categoría de Premio Nobel, en concreto, la de Fisiología y Medicina.
Lo es junto al obtenido cincuenta y tres (53) años antes, en 1906, por el investigador español más influyente de la historia de la Humanidad, Don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934).
Otrosí. A lo largo de los años de la vida de Ochoa, han existido más de un vínculo o nexo, profesional y personal, entre el científico y el hombre, y la ciudad. Un motivo más para la queja sobre el discreto reconocimiento callejero de la ciudad al científico.
Pero bueno, bien está. Aprovechando que este año del Señor de 2013 se cumple el ciento veinte (120) aniversario del fallecimiento de Don Severo, falleció en 1993, viene a EnroquedeCiencia.
Es una razón tan buena como otra cualquiera y el invitado bien lo merece.
Así que vayamos al principio de esta semblanza de don Severo Ochoa o, simplemente, Ochoa. Porque él, como los grandes, no necesita de más. Igual que Galileo, Newton, Darwin o Einstein.
Basta sólo con una palabra para reconocerlo. Ahí su grandeza.
Sin embargo, un Ochoa que primero fue Severín
Un Ochoa que primero fue Severín
Así es. En Luarca (Asturias), el 24 de setiembre de 1905, nacía el séptimo y último hijo del matrimonio Ochoa-De Albornoz. Un varón al que pusieron de nombre Severo y llamaron Severín. Y en esta ciudad costera continuó sus estudios Severín, camino de convertirse en Severo.
Lo hizo primero en los Jesuitas, después en un colegio privado y por último, en el Instituto de Bachillerato. Acabado cuarto de bachiller, y con catorce años, ya más Severo que Severín, trasladó la matrícula a nuestra ciudad, a Sevilla.
Un cambio por motivos no aclarados, pero que bien pudieran obedecer, de nuevo, a la delicada salud de su madre. El centro de destino fue el entonces Instituto General y Técnico San Isidoro, hoy de Instituto de Educación Secundaria homónimo.
Severo Ochoa de Albornoz
Ése es su nombre completo y nacióo en 1905, el mismo año en el que el físico alemán Albert Einstein (1879-1955) publicaba su extraordinario primer trabajo sobre el campo de conocimiento que fue conocido como Relatividad. En particular, la así llamada Teoría de la Relatividad Especial, TRE (1905). Porque conviene saber que existen más de una teoría de la relatividad en ciencias y que no todas son del alemán y nobel Einstein.
Del español y también nobel Ochoa, poco o nada que decir que no se haya escrito ya. Baste con reseñar lo obvio. Por ejemplo, que en esta vida hay premios Nobel y premios Nobel.
Si normalmente un científico que es premio nobel suele tener de ocho o diez doctorados honoris causa en su vida, él sobrepasó la treintena en universidades de todo el mundo: España, Brasil, EEUU, Argentina, etcétera.
Asimismo Ochoa es miembro de más de un centón de academia y sociedades científicas: Royal Society del Reino Unido, Academia de la Ciencia de la URSS, National Academy of Sciences de EEUU, etcétera.
Y, como se podrán imaginar, se encuentra en posesión de cientos de medallas, reconocimientos, premios, diplomas, nombramientos como profesor honorario, y así un largo, largo, etcétera.
Entre todos ellos el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959, compartido con el estadounidense Arthur Kinberg, por ‘sus descubrimientos sobre la biosíntesis de los ácidos nucleidos’.
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