Modesta consulta astronómica
El 14 de octubre de 1913, Einstein escribió una carta al famoso astrónomo estadounidense G. E. Hale (1868-1938). Le consultaba si se podría comprobar que los rayos de luz se curvan por la acción gravitatoria del Sol, sin tener que esperar a que se produjera un eclipse. Tras estudiar el asunto, Hale respondió negativamente. Era imposible. Lo que, sorprendentemente, no desanimó en absoluto al físico, tal era su fe en su principio de equivalencia.
Hoy día, dicha carta, se revela como un valioso documento.
De relevancia cronológica, pues la escribió después de ser invitado a Berlín, pero antes de marcharse de Zurich.
De interés científico, muestra la importancia de la consulta al pedirle a su colega Maurer, que lo recomiende a Hale.
Y acerca de la personalidad de Einstein, y de algunos de sus rasgos. Por ejemplo, su modestia. El genio pensaba que, sólo su nombre, no sería suficiente para que Hale le atendiera.
O su despreocupada sencillez. Dadas las circunstancias, cabría pensar que se esmerara en la presentación de la carta. Pues no.
Hay palabras cambiadas, tachadas, y dejadas tal cual. Einstein en estado puro. El “Ans” de la parte superior izquierda es de Hale; significa que la carta está contestada (“answered”).
A principios de diciembre, nuestro hombre, acepta el puesto en Berlín.
De Zurich a Berlín
En marzo de 1914, el matrimonio se traslada a Berlín. Lo hacen por separado. Mileva con los niños vía Suiza, para que su hijo Tede se recuperara de una enfermedad. Einstein lo hace por Bélgica y Holanda. El matrimonio está roto. El comportamiento de él es exigente y vejatorio para ella (nos recuerda la ruptura con Marie Winteler). Le llegó a dar una lista con sus obligaciones:
A. Te ocuparás de (1) que mi ropa esté en orden (2) que me sirvan tres comidas al día en mi despacho (3) que mi habitación y mi despacho estén limpios y ordenados y que nadie toque las cosas de mi mesa, excepto yo mismo.
B. Dejaremos de mantener juntos las relaciones personales, excepto aquellas necesarias por las apariencias sociales (1) sin esperar ningún afecto ni reproche, (2) debes contestarme inmediatamente cuando te hable...
C. Prometerás no denigrarme delante de los niños, ya sea de palabra o acción.
Como Marie, Mileva, lo soportó todo durante un tiempo. Pero la situación era irreversible y se sentía despechada.
Además, odiaba el militarismo prusiano imperante en la ciudad. Su hijo Hans, ya con diez años, empezaba a mostrar un fuerte rechazo al autoritarismo escolar (como su padre veinticinco años antes).
Al finalizar el curso, y durante el verano, regresó a Zurich con los niños.
Einstein se quedó solo, a sus anchas, naturalmente. Su nuevo puesto académico, la dirección del Instituto, el mundo de la física y... la prima Elsa. Perfecto.
Bueno, no tanto. No se puede tener todo. El 1 de agosto de 1914, estallaba la Primera Guerra Mundial. Con buen criterio, decidieron que Mileva permanecería en Zurich con los niños, por seguridad y para que no pasaran privaciones.
Cuatro años de guerra
Para la mayoría de los europeos el comienzo de la guerra supuso el fin de una forma optimista de ver el mundo, el comienzo de un malestar, ya desde entonces, asociado a los tiempos modernos. Un desencanto que compartió sólo Albert, hombre, padre y esposo. Einstein, el científico, era otra cosa, él vivía en su mundo. De hecho, los cuatro años de guerra resultaron ser, intelectualmente, muy productivos. Acabaría su Teoría General de la Relatividad (TGR).
En 1915, elaboró tres trabajos de importancia.
Completa la estructura lógica de la TGR. Estudia el movimiento perihélico del planeta Mercurio y calcula, a partir de su TGR, unos cuarenta y tres segundos (43”) por siglo para su precesión. Y obtiene las ecuaciones del campo gravitatorio, determinando que la curvatura de la luz es doble de la que pensaba en 1911.
Son los primeros resultados postnewtonianos.
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Ya no escribe sobre mujeres científicas. Debería hacerlo
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