Pero si creó entre ellos una buena camaradería y, sobre todo, propició enconadas y largas discusiones sobre ciencia, filosofía o lo que se encartara.
Así nació lo que cariñosa y burlonamente bautizaron como Academia Olimpia. Una muy seria fuente de distracción para el trío, que duró tres años. (Nuestra feliz Academia, que después de todo, resultaba menos infantil que las respetables que luego llegué a conocer de cerca).
Después, la vida se encargó de separar a los amigos y, aunque no llegaran a perder el contacto del todo, éste no fue ya muy frecuente.
Einstein y Mach
En las reuniones de la academia, Einstein dedica mucho tiempo a la lectura. Tanto literaria, de Dickens a Dostoyevski pasando por El Quijote de Cervantes; como filosófica, Spinoza, Hume y S. Mill; como científica, estudio de los grandes pioneros de la física Poincaré, Riemann, etcétera. Y de nuevo aparece en los pensamientos de Einstein, el físico, historiador y filósofo E. Mach (1838-1916), que tanto había influido en su época de estudiante y cuyo nombre es conmemorado en la magnitud relativa conocida como número Mach (velocidad de un objeto, por lo general aviones, en relación con la del sonido).
Mach tuvo un papel destacado en el resurgimiento del empirismo a finales del siglo XIX, y sus ideas inspiraron el positivismo lógico del famoso Círculo de Viena de 1923. De manera que habrá que volver sobre él.
La pequeña Lieserl
1902 es el año de un oscuro sucedido en la vida de Mileva y Albert. Como personas, llegó a marcarlos para siempre. Como pareja, terminó deteriorando su relación. Mileva había quedado embarazada en mayo de 1901 y, aunque Einstein se mostró al principio como un futuro padre entusiasmado, tras el nacimiento de la niña, la pequeña Lieserl, su actitud hacia ella se tornó fría y distante.
De hecho nunca llegó a verla. Jamás la vio.
Dos semanas después de su nacimiento, la pequeña fue dada en adopción o murió de escarlatina. Lo cierto es que nunca se volvió a hablar ni a saber de ella.
Por desgracia no sería éste de la niña, el único suceso triste del año. El 10 de octubre muere su padre y lo hizo a solas, en su dormitorio, por deseo expreso. Un sucedido que dejó en Einstein un sentimiento de culpabilidad, que le acompañó toda la vida.
Una muerte que se produjo demasiado pronto como para llegar a ver y comprender la talla científica de su hijo. Un hijo que, muchos años después, reconoció en la muerte de su padre la conmoción más fuerte de toda su vida.
Claros y oscuros de un genio (Tendremos el destino que nos hayamos merecido).
Matrimonio e hijos
A pesar de todo -además Mileva había suspendido, por segunda vez, el examen de licenciatura-, se casaron el día de Reyes de 1903, en el Ayuntamiento de Berna. Los padrinos fueron Solovine y Habicht y la celebración fue poco más que una modesta cena en un restaurante próximo. Ni que decir que, de viaje de luna de miel, ni hablar. Y de la noche de boda,…
Bueno, juzguen ustedes. Dicen que al regresar a la casa, Albert, descubrió que había perdido las llaves. Cosas de genios.
En octubre se mudaron a un piso de la bonita calle Kramgasse. Un edificio del casco medieval de Berna, entre dos de las once extravagantes fuentes que esta ciudad tiene, muy cerca del famoso reloj.
Cuentan que allí vio la luz, la luz de la relatividad. Puede ser. Quién sabe. Lo cierto es que, hoy día, es el Museo Einstein.
Al año de la boda, más exactamente dieciséis (16) meses después, vino Hans Albert (1904-1973), el primer hijo varón de la pareja. Por él continúa la línea familiar hasta nuestros días. En julio de 1910, nacería Eduard, que tuvo problemas de esquizofrenia a lo largo de toda su vida.
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Debería publicarla esta serie más días a la semana. Gracias
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