Cuando en el año 430 a. C. el filósofo griego Demócrito huele el pan que se cuece en el horno y se imagina que una partícula invisible (átomo) es el responsable de todo lo material que nos rodea.
"Nada existe excepto los átomos y el espacio vacío. Todo lo demás es opinión”.
Naturalmente, a lo largo de sus 616 páginas, van apareciendo todos los grandes que en este campo de la ciencia han sido: Galileo, Tycho Brahe, J. Kepler, Isaac Newton.
Además de R. Boscovich, Michael Faraday, E. Rutherford y, por supuesto, la física cuántica del siglo XX y el desarrollo de los aceleradores de partículas.
Ni que decirles que entre sus líneas, también aparecen la ruptura espontánea de la simetría electrodébil y el bosón de Higgs. Sin olvidarnos de una ligera mirada a la astrofísica y la descripción de algunas evidencias sobre el Big Bang. Breve pero completo.
Y todo esto lo consiguen enlazándolos a través de metáforas futbolísticas, historias contextuales, anécdotas personales, ficticios sueños, la pintura, etcétera. En fin, todo un alarde de recursos atractores.
Una idea de su amenidad nos la dan los nombres de algunos de sus capítulos. Vean si no: La pelota de fútbol invisible. El primer físico de partículas. Buscando el átomo: la mecánica. Aún buscando el átomo: químicos y electricistas. El átomo desnudo. Los aceleradores chocan átomos. La partícula de Dios, por lo menos. Espacio interior, espacio exterior y el tiempo antes del tiempo.
Bueno, del título ya hemos hablado bastante, por lo que no seré redundante. Del subtítulo “Si el universo es…” y su significado, quedo a la espera de sus comentarios. Ya me contarán ustedes lo que creen que significa. Recuerde:
La partícula divina. Si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?
Leon M. Lederman y Dick Teresi.
Editoral CRÍTICA, 2007
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