Y ya que hemos hablado del Nuevo Mundo, con su permiso, les voy a hacer partícipe de un sucedido musical que, si bien es personal (ustedes sabrán disculparme por ello), guarda ciertas conexiones con la temática que nos trae en estas últimas entradas enrocadas.
El pasado jueves 4 de octubre, tuve el placer de escuchar la Sinfonía nº 9, en Mi menor, Op.95 o “Del Nuevo Mundo” de Antonín Dvořák, interpretada por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la ROSS.
A mi entender, una actuación magnífica.
El primero de los nexos a los que me refiero más arriba, proviene del subtítulo que lleva la sinfonía, con el que intitulo la entrada y por la que es popularmente conocida, “Del Nuevo Mundo”.
Todo hace pensar que su compositor, el checo Antonín Dvořák (1841-1904), uno de los grandes compositores de la segunda mitad del siglo XIX, la llamó así al componerla durante su estancia en los Estados Unidos de América, como director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York.
Fue estrenada en 1893, una época en la que, todavía, el continente americano era conocido como el “nuevo mundo”. Claro que nuevo según para quién.
No debemos olvidar que los indios, los indios americanos, llevaban toda su vida allí cuando llegó el descubridor. Como ellos dicen, “Colón no nos descubrió a los indios. Nosotros le descubrimos a él”.
Y no les falta razón. Todo depende del lado desde dónde se cuente la historia.
Con la sinfonía “Del Nuevo Mundo”, el autor muestra su reconocimiento hacia el país que le ha dado acogida musical, y así lo manifiesta cuando de ella dice “mi nueva sinfonía posee el distintivo color americano, el cual he tratado de evidenciar”.
El segundo de los nexos justificadores de esta entrada, es espacial. Proviene del emplazamiento donde escuché la sinfonía.
Fue en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, en el Paseo de Cristóbal Colón. Junto al rio Guadalquivir o rio Grande. Ya ha sido enrocada esta vía sevillana.
Por cierto, y hablando de espacio. Creo que no les he comentado que los astronautas de las misiones lunares Apollo, entre los temas musicales que se llevaron al espacio grabados en las cintas de casete, estaba la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak.
Por supuesto que también llevaban canciones de los Beatles, Simon & Garfunkel o The Moody Blues, entre otros. Y claro, no podía faltar Fly me to the Moon, de Frank Sinatra.
Ya para acabar les diré que fui al concierto con mi hermano Pedro José Sánchez Gómez, conocido investigador musical sevillano con una prolífica obra publicada y que, además, me invitó. Al Cesar lo que es del Cesar.
De modo que al placer musical uní el de la compañía fraterna. Así que miel sobre hojuela. A Dios lo que es de Dios.
También asistí, aunque no me invitaron. Me gustó.
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