“De que importa lo que tenemos que decir. En definitiva, de que nos escuchen”. Así acababa una, de la manita larga ya de columnas, que tengo el privilegio de realizar cada semana para La Torre mira.
Venía a cuento de la importancia que, para el ser humano, tiene el hecho de ser escuchado. Y que no es poca. Porque si nos escuchan, eso es señal de que nos están tomando en serio.
Que nuestras ideas y sentimientos son conocidos y, en definitiva, que lo que tenemos que decir importa.
Poca gente puede poner en duda que cuando expresamos una pena, y sentimos que ha sido comprendida, logramos un alivio casi instantáneo. Una calma casi balsámica.
Pocos serán también los que duden que, a todos, nos gusta compartir nuestras alegrías y logros. No en vano con ello, multiplicamos la satisfacción que obtenemos. Lo que es gratificante.
Y si a esto añadimos, que pocas cosas hay en la experiencia humana tan poderosas como el deseo de ser comprendido por los demás, una comprensión que, como hemos dicho, viene del acto de ser escuchado, entonces, hemos de concluir que lo es.
¿Es importante para el ser humano ser escuchado?
Sí. El hecho de ser escuchado con atención, es de enorme importancia para el ser humano. Quizás por eso, una de las reacciones que más pueden crisparnos, cuando abrimos nuestro corazón a alguien y le revelamos un sentimiento, es que nos suelten algún comentario gracioso o inoportuno. Nos incomoda.
Aunque la intención de la “broma” sea bienintencionada.
Lo más seguro es que nuestro escuchante quiera relajar el momento, debido al alto grado de emotividad de nuestra conversación. Lo que se dice quitar hierro al asunto.
Sin embargo, una cosa es querer y otra poder. Y lo que realmente consigue es que nos invada un profundo malestar. De ahí nuestro disgusto y reacciones.
Que, o bien, hace que cortemos la comunicación en ese momento y nos cerremos en banda. O que disimulemos, haciendo como que no hemos oído esa “gracieta”, para nosotros, más que desafortunada. Y sencillamente empecemos a charlar sobre otras cosas.
Pero en el fondo, independiente de la reacción experimentada, lo que albergamos en nuestro interior es un punzante sentimiento de dolor y soledad.
Sé que no es más que un simple ejemplo lo que les cuento, lo sé. Pero deja bien a las claras que escuchar, escuchar con atención, es más importante y difícil de lo que la mayoría de la gente supone.
Escuchar bien, por tanto, no es algo natural, sino que se trata de una destreza que, como cualquier otra, puede practicarse y mejorarse.
Para La Torre mira
Carlos Roque Sánchez
Enroquedeciencia.es
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