Con estas palabras cerraba la primera columna que, para el programa La Torre mira, tengo el privilegio y el gusto de hacer cada semana. Eran unas palabras que venían precedidas de una idea.
La de que “no es lo mismo oír que escuchar” y que resulta ser una falsa paradoja. Porque ambos términos no son sinónimos.
Un juicio en el que coinciden el lenguaje común y el académico, la sabiduría popular y el conocimiento científico.
Como prueba de esto último basta con consultar el diccionario de la Real Academia Española, RAE. Una simple ojeada es suficiente para comprobar que no son lo mismo.
Oír hace referencia, sólo, a la acción de percibir los sonidos con el oído. Mientras que escuchar, escuchar, es algo más. Implica la disposición de prestar atención a lo que se oye.
La primera de las acciones está relacionada con la faceta más objetiva y externa a nosotros. La segunda lo está con la subjetiva e interna; es más propia de nuestra mismidad.
Luego para el DRAE, oír y escuchar, no son sinónimos. Sin lugar a dudas.
También el lenguaje popular lo ve así. Es evidente que para él andan próximos, pero que no significan lo mismo.
- ¿Te estás enterando de lo que te digo?
- No hija, perdona. Te estoy oyendo pero, la verdad, no te estoy escuchando.
Estarán conmigo que se podrá decir de forma más precisa, pero no más clara. Parecen iguales. Pero no lo son.
Escuchar es oír con atención. De modo que es como si el primer término englobara al segundo. Y la mera existencia de escuchar, implicara la de oír. Lo que dicho así, podría parecer que es cierto.
Sin embargo, en esta vida nada es lo que parece. Y les pongo un ejemplo ad hoc. Se puede estar escuchando tras una pared y no oír nada. Uno no implica lo otro.
Y es que, si nos fijamos bien, no hay ninguna prioridad entre lo objetivo y lo subjetivo de ambas acciones, de modo que no hay forma de establecer una prevalencia de una sobre otra.
Lo que, bien pensado, puede sembrar algo de duda lingüística.
De lo que no hay ninguna duda, es de lo importante que para el ser humano es el hecho de ser escuchado. No en vano es una señal de que nos toman en serio.
De que desean conocer nuestras ideas y sentimientos. De que importa lo que tenemos que decir.
En definitiva, de que nos escuchen.
Para La Torre mira.
Carlos Roque Sánchez.
Enroquedeciencia.es
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