miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Por qué no hemos vuelto a la Luna? (IV)


(Continuación) Y si les he de ser sincero, lo cierto es que, viendo con los ojos de hoy todo el instrumental científico y técnico que rodeó al programa Apolo, por ponerles un ejemplo, el módulo lunar o los vehículos de las misiones, lo sorprendente les digo, es que finalizaran de forma tan exitosa.

Es más. Trato de decirles que, incluso desde el mismo campo de la ciencia de la época, no era en absoluto descabellado, hacerse en voz alta la pregunta que rondaba por todas las cabezas, tras ese verano del 69, “¿De verdad llegaron a la Luna en esto?”.

Una duda de lo más pertinente porque es del todo cierto, que los vehículos lunares eran poco fiables. De hecho fue esta poca fiabilidad, desde el punto de vista técnico, uno de los argumentos de quienes creen que el hombre jamás puso un pie en la Luna.



Pero no hay que confundir, ni mezclar churras con merinas.

Una cosa es tener claro, y estimar como no muy altas, las posibilidades de éxito que se podían tener con ellos -el propio Armstrong reconocería a posteriori que dichas posibilidades de éxito se habían cifrado en, tan sólo, un cincuenta por ciento, 50%-, y otra bien distinta, que ese reducido porcentaje de posibilidades, imposibilitaran el éxito.

En ciencia nunca se debe hablar de imposibilidades, sino de grados de probabilidad. No existe lo imposible, sino lo poco probable.

Origen de la conspiración lunera: una ficción literaria
Pero lo cierto es que la idea de que el programa lunar Apolo fue en realidad un montaje terrestre, dejó de ser una anécdota y alcanzó el rango de categoría cuando, en 1974, cinco años después del alunizaje, se publicó el libro We never went to the moon (Nunca fuimos a la Luna), escrito por Bill Kaysing (1922-2005).

En él se afirma que los seis alunizajes del Programa Apolo, sucedidos entre 1969 y 1972, nunca sucedieron realmente y fueron sólo un montaje.

A su entender, los supuestos alunizajes, se habían rodado en un estudio cerca de Las Vegas y, según él también, presentaba en su escrito las pruebas que demostraban dicho fraude.

Pero ya se sabe que del dicho al hecho hay un buen trecho y, a veces, de mal camino. Analizadas con rigor científico, tales pruebas no solo no demuestran lo que dicen, sino que quedan como lo que son, una mezcla de especulación, pseudociencia y creencia.

Lo que no impide que, desde entonces, Bill Kaysing esté considerado como el padre de la hipótesis del fraude lunar.

Un problema de credulidad e ignorancia. Lo que por otro lado es humano, muy humano, demasiado humano. Pero para eso está la ciencia.

Como pueden ver, la hipótesis de la conspiración lunar tiene un origen literario algo chusco y, en realidad, fue poco conocida en su momento. Sin embargo, cuatro años después, tuvo un relevo cinematográfico con la película Capricornio Uno, que lo cambió todo.

Desarrollo de la conspiración lunera: una película de ciencia-ficción 
Se trataba de una película de ciencia-ficción, realizada en 1978, que planteaba un engaño de este tipo, sólo que con un eventual viaje al planeta Marte. Éste film fue el que, realmente, popularizó la idea del fraude y posibilitó el comienzo del desarrollo de la hipótesis del fraude lunático. (Continuará)

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