martes, 1 de mayo de 2012

De vuelta con el efecto Pinocho (y II)

(Continuación) Pero las conclusiones del estudio no han quedado ahí. Sabemos también cuándo se miente más y, lo que es más interesante, cómo poder descubrir a los mentirosos. Qué me dicen.

Cuándo y cómo saberlo (reacciones fisiológicas) 
Pues es así. Sorprendentemente resulta que mentimos más, justo cuando tenemos delante a nuestro interlocutor. Mucho más que si hablamos por teléfono con él o le mandamos un correo electrónico.

Así que ya lo saben. La sinceridad es inversamente proporcional a la distancia. Quien lo diría.

Y con relación a cómo saber si alguien está mintiendo, desde el campo de las reacciones fisiológicas, los profesionales que estudian la cosa esta de la mentira, han ido más allá de Pinocho. Recuerden.

No es que crezca la nariz, no. Pero sí que se hincha al dilatarse sus vasos sanguíneos y tejidos internos.

Y aunque este aumento de tamaño no es visible, unido a la sudoración, proceso relacionado con los cambios que se producen en la actividad eléctrica de la piel, surge en el mentiroso la necesidad de rascarse.

Un acto que en estas circunstancias resulta ser más una prueba que una evidencia. Una declaración de culpabilidad más que un síntoma.

No nos olvidemos de Clinton, la becaria y el sexo oral. En fin. Al decir del filósofo somos humanos, demasiado humanos. Y tiene razón.

Unas reacciones fisiológicas, la de la dilatación y la sudoración, que junto a los ya comentados aumento de presión arterial, y frecuencias cardiaca y respiratoria podemos medir con el polígrafo o diagnosticar mediante imágenes.

Pero también existen códigos y denominadores comunes relacionados, tanto con el lenguaje corporal, como con el verbal e, incluso, con el tono de voz.

Bien evidentes resultan en la famosa escena del Don Juan Tenorio de José Zorrilla, entre el galante caballero sevillano y la inocente novicia:

¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?

Bueno pues todos ellos sirven a los cazadores de mentirosos.

Pero esa es otra historia. La de hoy es la de Pinocho.

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