Y de ella convendría hacer un par de apuntes.
Una interpretación cultural
Ambos apuntes están relacionados con un estudio del sicólogo Adam Pazda. El primero es positivo para las mujeres. No hay que tener las curvas de la Kelly para resultar atractiva. Ni siquiera la maravilla de traje que lleva puesto. No.
Otros estudios han demostrado que la atracción proviene del color, no de la prenda. Es lo mismo que lleve una camiseta, un vestido, o lo que quiera. Para estas cosas se ve que quien manda es el rojo.
De modo que ya sabe. De envidia la justita.
El segundo, tiene una carga científica. Hay discrepancia sobre el origen biológico-evolutivo de la preferencia masculina por el color rojo.
Markus Maier, psicólogo de la Universidad de Munich, Alemania, afirma que por las investigaciones realizadas no se puede precisar por qué los hombres prefieren el rojo.
Podría ser la respuesta biológica evolutiva de Pazda, pero también podría ser un fenómeno cultural. Un comportamiento aprendido que pasa de generación en generación.
Propone llevar a cabo una investigación en un rincón alejado del planeta, que no haya tenido influencia de otras culturas.
Sólo así se sabría si se trata de una preferencia biológica universal o de un comportamiento cultural aprendido.
El efecto del vestido rojo
Les hablaba más arriba de la parte positiva del estudio. No hay que ser físicamente una LeBrock para resultar atractiva aunque, entiéndanme, tampoco es que esté de más parecerse. Pero lo que realmente importa es el color. Porque es él el que les manda el mensaje a ellos. O al menos así lo interpretan. Mujer vestida de rojo, sinónimo de mujer interesada en mantener sexo. Así de simple. Pero claro.
¿Piensan ellas lo mismo cuando así se visten? ¿Siempre que una mujer opta por el rojo en su vestimenta es porque desea sexo? (Continuará)
Aún no ha escrito la continuación de la biofísica del beso, que dejó sin acabar. Se lo recuerdo.
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