(Continuación) A ciencia cierta, no se puede asegurar nada. Aunque algo sí puede haber de eso. Más o menos estos son los hechos.
Hacia finales de los años sesenta del siglo XIX, Bartholdi recibió un encargo en Egipto.
Debía diseñar un monumento para la colosal obra del Canal de Suez, que en esos años realizaba el empresario y diplomático francés Ferdinand de Lesseps.
De Lesseps fue responsable de dos de las obras más ambiciosas de ingeniería, que se realizaron durante la segunda mitad del siglo XIX: el Canal de Suez y el Canal de Panamá. Dos obras que corrieron suerte desigual.
La segunda, que fue suspendida en 1889, le trajo no solo el rechazo de sus compatriotas, sino que constituyó uno de los mayores escándalos financieros en Francia, a finales del siglo XIX.
Pero volviendo al encargo, Bartholdi ideó para el canal de Suez un gran faro. Estaría situado en la entrada del canal, marcando la ruta a seguir.
Se lo imaginó con la apariencia clásica de la diosa de la mitología romana Libertas. La divinidad de la Libertad ataviada con todos sus avíos divinos: estola, sandalias, expresión facial seria, etcétera.
Además portaría una antorcha mantenida en alto y apuntando hacia el cielo, cuya llama constituiría la luz del faro.
Y en cuanto tuvo preparado el proyecto lo presentó. Lo hizo hasta en dos ocasiones. En 1867 y en 1869. Pero nunca fue aprobado. Nunca se construyó ese faro.
El resto de la historia ya lo hemos comentado.
Tan solo un año después, en 1870, Bartholdi tenía listo el primer esbozo en terracota y un modelo de estatua, para la celebración del centenario estadounidense.
Me gustaría que hablara de temas más científicos
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