(Continuación) El siguiente derribo de barrera moral asociada al beso vino de la mano de la
fotografía. De una fotografía muy conocida.
La que supuestamente
recoge el espontáneo beso entre una enfermera vestida de blanco y un marino
estadounidense en Times Square, celebrando el final de la Segunda Guerra
Mundial, en 1945.
Una fotografía antológica,
captada por el fotógrafo Alfred
Eisenstaedt, que se convirtió en todo un icono de la celebración del fin de
la guerra en todo el mundo.
Fue publicada nada
menos que en la revista Life. Esta es
la mentira de la verdad.
Sin embargo
estudiado de cerca este asunto huele a chamusquina. Se trata de una falsa
instantánea fotográfica y de un falso beso del sueño americano.
La célebre
imagen es, en realidad, un montaje. Una farsa en personajes, fecha y praxis.
Para empezar los
protagonistas no eran ni pareja. De hecho ni
se conocían. Ambos pasaban por allí y el fotógrafo les invitó a posar.
Es más, el
beso le costó al marino un disgusto con su verdadera pareja.
Además la fotografía
no se tomó el día de la rendición
japonesa en 1945, sino varios meses antes.
Y el fotógrafo no
fue fiel al principio de veracidad a
través de un objetivo. Alfred
Eisenstaedt, pionero del fotoperiodismo, dio un paso más en lo que, por
desgracia, es una constante en la historia de la fotografía: la manipulación de
la realidad mediante la instantánea trucada.
Así que nada de
instante mágico. Aunque sí, ya lo hemos comentado, de caída de barreras
morales. Que ya saben ustedes no quedó ahí.
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