viernes, 24 de febrero de 2012

Las chicas Leakey

Así son conocidas, desde el respeto y el cariño, estas tres mujeres.
Jane Goodall que estudió a los chimpancés, y que ya ha venido al blog. Dian Fossey que dio su vida, en el sentido literal de la expresión, por los gorilas y Biruté Galdikas que está dedicada a los orangutanes.


El viejo Louis Leakey sabía, que por los fósiles, se podía determinar tanto la apariencia física como de qué se alimentaban nuestros ancestros. Pero pensaba que sólo estudiando a sus parientes vivos más cercanos, podríamos hacernos una idea más exacta de su comportamiento social.

Al fin y al cabo, tenemos ancestros comunes. De ahí su interés por ellos.

También sabía que las mujeres son mejores observadoras que los hombres. Son más pacientes. Tienen más capacidad. Y están dotadas de una especial sensibilidad, para este tipo de trabajo con animales.

Él lo vio claro. Ellas debían realizar el trabajo.

Dos apuntes irónicos
Dos apuntes irónicos a este respecto.

Uno. Es probable que Leakkey nunca leyera a F. Nietzche, y su idea acerca de los monos. Recuerden. Para el filósofo los monos eran demasiado buenos como para que el hombre pudiera descender de ellos. No sé yo.

Otro. Una reflexión hiriente: ¿Puede que el hecho de que las mujeres sean tan buenas estudiando a los grandes monos en la selva, se deba a que han adquirido mucha experiencia observándolos en casa? Lo dejo ahí.

Hace seis millones de años, hombre y mono cogieron caminos diferentes. Desde anteayer como quien dice, sabemos que constituimos un único género -‘Homo sapiens’ nosotros, ‘Homo troglodytes’ ellos-.

Proyecto Gran Simio
Y hoy, el ‘Proyecto Gran Simio’ con sus insólitas implicaciones se abre camino.

¿Estupidez? ¿Sensibilidad? ¿Racionalidad?

Salvo lo que para los monos pueda traer de salvaguarda de su integridad, libertad y vida, ¿estarán conformes con la igualación humana?

No olvidemos que otro filósofo, R. Descartes, tuvo envidia de los monos. Resulta que se enteró que a unos misioneros les habían contado unos indios, que los monos hablaban. Pero que no se dejaban sorprender hablando entre ellos, porque estaban seguros de que entonces los hombres les harían trabajar.

Y él se lo creyó. A saber lo que de verdad piensan.

En cualquier caso, ¿saben los monos que están al borde de la extinción? ¿Pueden comprender que se acaban?

1 comentario: