(Continuación) Y además había vivido con los inuit, pueblos
esquimales que habitan las regiones árticas de América y Groenlandia, de los
que aprendió sus medios de supervivencia.
Por ejemplo, para
tirar de los trineos, adquirió en Groenlandia cincuenta (52) perros esquimales,
de los que era un experto conductor, y los utilizó durante toda la expedición.
Dispuso de
vestimentas confeccionadas con piel de animal y empleó como refugios los iglúes que practicaba en la misma nieve
cada jornada.
También eligió
cuidadosamente a sus compañeros: un especialista en perros, un aduanero, un campeón
de esquí y un arponero de ballenas.
Además escogió
la mejor ruta posible. Prefirió el lado este de la barrera de hielo de Ross, donde las temperaturas son más suaves que
la del lado oeste.
Aunque también
corrió sus riesgos. En cierta ocasión Amundsen decidió cruzar un glaciar ya que
era la ruta más corta hacia donde iba. Más corta, pero mucho más arriesgada.
Y es que dicho
glaciar no estaba marcado en ningún mapa. Nadie sabía nada de él. Todo un
peligro para los expedicionarios. Pero tuvo suerte.
Y él fue quien
marcó la posición del Polo Sur.
¿Por qué Scott
no fue el primero en llegar al Polo Sur?
Por su parte Scott,
con formación eminentemente naval, era capitán de la Marina Real Británica, optó
por otras posibilidades. Empleó en la primera etapa trineos de perros y después,
en la segunda etapa, trineos mecanizados y ponis siberianos.
Con el paso del
tiempo los primeros se terminaron congelando y los segundos no pudieron soportar
las bajas temperaturas, por lo que los tuvieron que sacrificar.
El resultado fue
que tuvieron ellos mismos que llevar los trineos.
Además, como
refugio diario, utilizaba cabañas prefabricadas que tenían que transportar, lo
que dificultaba su avance. Y como vestimenta usaron prendas de lana, por
desgracia, no tan aislantes como las pieles.
A la vista está
que lo suyo fue todo un cúmulo de desaciertos. Una fatal cadena de errores a
los que se unió, por qué no decirlo, la mala suerte.
No solo se
toparon con un tremendo temporal, con el que Amundsen no se encontró, sino que
en esos días padecieron las temperaturas más bajas que en ese continente se
habían registrado en los últimos cien años.
Pues bien, a pesar
de todo, aun así lograron su propósito. Si bien perdieron la vida de vuelta al
campamento base.
Es
una lástima, pero no creo que pueda escribir más”. Y así fue.
Son las últimas
palabras que escribió Robert Scott en su diario, el 19 de marzo de 1912, antes
de morir congelado.
Soportaron vientos
de hasta 300 km/h, temperaturas inferiores a cincuenta grados Celsius bajo cero
(-50 ºC), un enorme océano congelado «que se desplazaba y retorcía como si
estuviera vivo» y una costa sin apenas puertos naturales. Un retorno imposible.
Robert Scott, el
hombre que murió por hacer realidad un sueño: llegar al Polo Sur.
Una imagen ésta del héroe derrotado, del sueño no cumplido que suele tener tirón emotivo.
Una imagen ésta del héroe derrotado, del sueño no cumplido que suele tener tirón emotivo.
Quizás por eso
en 1988 el, por entonces triunfante conjunto musical español Mecano, le dedicó una canción: Héroes de la Antártida. Una canción de perdedores.
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