(Continuación) Una
metodología y un sistema de unidades que adoptaron los ingenieros ingleses que
diseñaron las primeras líneas de ferrocarril.
De modo que el ancho de las vías inglesas es el mismo que el de las roderas romanas, 1,40 m.
De modo que el ancho de las vías inglesas es el mismo que el de las roderas romanas, 1,40 m.
Bueno, 1,40 m, no.
Ya saben que los hijos de la pérfida Albión no utilizan el sistema
métrico decimal. Para ellos el ancho es de cuatro pies y ocho pulgadas y media.
Son así.
De Europa a EEUU
Como es sabido,
con el devenir de los tiempos, el ferrocarril cruzó el charco y se empezaron a
construir las primeras líneas
ferroviarias estadounidenses.
De ello se encargaron ingenieros ingleses. Y por supuesto las diseñaron igual que las suyas.
De ello se encargaron ingenieros ingleses. Y por supuesto las diseñaron igual que las suyas.
Una buena idea
ya que posibilitaba el uso de las locomotoras inglesas. El negocio es el
negocio.
Cuestionable. Pero
el caso es que el ancho de la vía de los ferrocarriles en Estados Unidos es de
cuatro pies y ocho pulgadas y media.
Una medida un
tanto incomprensible, por no decir absurda, si no se conoce su intrahistoria,
claro.
Que viene nada
menos que de las roderas romanas, por no decir del ancho de un par de caballos.
Una medida, la
de la vía estadounidense, que condujo a otra medida. Verán. El ancho de la vía
determinó la anchura del túnel que
había que excavar en las montañas para que, a su través, pasara el tren.
Una operación
muy costosa en muchos sentidos, en la que conviene siempre ajustar bien los
cálculos. De modo que la anchura de los túneles es la mínima aconsejable para
que pase el tren sobre los raíles.
Lo que trajo sus consecuencias en la aventura espacial.
De los túneles
al transbordador
Tienen un tamaño
considerable, pero el caso es que los ingenieros que los diseñaron, hubieran
preferido que fueran mayores. Y sin embargo no lo son.
La razón, ya se la habrá imaginado, tiene que ver con el ancho del culo de un par de caballos.
La razón, ya se la habrá imaginado, tiene que ver con el ancho del culo de un par de caballos.
Resulta que
dichos depósitos los fabrica la empresa Thiokol,
que se encuentra en el estado de Utah.
Por lo que para transportarlos hasta la base de lanzamiento Cabo Cañaveral, hay que hacerlo por
tren. Y aquí viene el problema.
Y aquí viene el
problema, les decía. La línea férrea cruza las Montañas Rocosas, y sus túneles tienen, por lo ya explicado, el
ancho que tienen.
De modo que los
depósitos de combustibles para los transbordadores espaciales no pueden ser más
grandes porque, si fuera así, no podría pasar el tren que los transporta a
través de los túneles. Increíble, pero es así.
Ésta es la
intrahistoria que une al carro romano con el transbordador espacial. O lo que
es lo mismo el ancho del culo de un caballo con el tamaño de un depósito de combustible.
Lo mejor de todo
es que más de veinte siglos les separan. Vivir para saber.
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