miércoles, 7 de diciembre de 2011

Del carro (romano) al transbordador (espacial) [y 2]

(Continuación) Una metodología y un sistema de unidades que adoptaron los ingenieros ingleses que diseñaron las  primeras líneas de ferrocarril

De modo que el ancho de las vías inglesas es el mismo que el de las roderas romanas, 1,40 m.

Bueno, 1,40 m, no. Ya saben que los hijos de la pérfida Albión no utilizan el sistema métrico decimal. Para ellos el ancho es de cuatro pies y ocho pulgadas y media. Son así.


De Europa a EEUU
Como es sabido, con el devenir de los tiempos, el ferrocarril cruzó el charco y se empezaron a construir las primeras líneas ferroviarias estadounidenses

De ello se encargaron ingenieros ingleses. Y por supuesto las diseñaron igual que las suyas.

Una buena idea ya que posibilitaba el uso de las locomotoras inglesas. El negocio es el negocio.

Cuestionable. Pero el caso es que el ancho de la vía de los ferrocarriles en Estados Unidos es de cuatro pies y ocho pulgadas y media.

Una medida un tanto incomprensible, por no decir absurda, si no se conoce su intrahistoria, claro.

Que viene nada menos que de las roderas romanas, por no decir del ancho de un par de caballos.

Una medida, la de la vía estadounidense, que condujo a otra medida. Verán. El ancho de la vía determinó la anchura del túnel que había que excavar en las montañas para que, a su través, pasara el tren.

Una operación muy costosa en muchos sentidos, en la que conviene siempre ajustar bien los cálculos. De modo que la anchura de los túneles es la mínima aconsejable para que pase el tren sobre los raíles. 

Lo que trajo sus consecuencias en la aventura espacial.

De los túneles al transbordador
Si lo piensa, de lo que más llama la atención cuando observamos un transbordador espacial en la torre de lanzamiento, es el tamaño de sus dos depósitos auxiliares de combustible adosados al principal.

Tienen un tamaño considerable, pero el caso es que los ingenieros que los diseñaron, hubieran preferido que fueran mayores. Y sin embargo no lo son. 

La razón, ya se la habrá imaginado, tiene que ver con el ancho del culo de un par de caballos.

Resulta que dichos depósitos los fabrica la empresa Thiokol, que se encuentra en el estado de Utah. Por lo que para transportarlos hasta la base de lanzamiento Cabo Cañaveral, hay que hacerlo por tren. Y aquí viene el problema.

Y aquí viene el problema, les decía. La línea férrea cruza las Montañas Rocosas, y sus túneles tienen, por lo ya explicado, el ancho que tienen.

De modo que los depósitos de combustibles para los transbordadores espaciales no pueden ser más grandes porque, si fuera así, no podría pasar el tren que los transporta a través de los túneles. Increíble, pero es así.

Lo bueno de lo que les he contado es que parece increíble, pero es cierto.

Ésta es la intrahistoria que une al carro romano con el transbordador espacial. O lo que es lo mismo el ancho del culo de un caballo con el tamaño de un depósito de combustible.

Lo mejor de todo es que más de veinte siglos les separan. Vivir para saber.

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