jueves, 13 de octubre de 2011

Vladimir Nabokov, el novelista de las mariposas y el ajedrez (I)

De todos es conocido el escritor de ascendencia rusa Vladimir Nabokov (1899-1977).
Un autor imprescindible del recién pasado siglo XX que cuenta entre sus novelas, clásicos reconocidos como Lolita y Pálido fuego.

Se trata de una actividad, la de escritor, que es de dominio público. De hecho Lolita fue llevada incluso al cine. Un detalle bien significativo de su conocimiento por el gran público.

La que quizás no sea tan del dominio público es otra de las actividades de Nabokov. Su gran afición por ese deporte-ciencia que es el ajedrez. Tanto que, incluso, le dedicó una de sus primeras y más famosas novelas. Después les cuento algo al respecto de esta actividad.

La que ya es probable que no conozcan, y quizás pudiera sorprender a más de uno, es su faceta como científico, en concreto como entomólogo.

Por lo que sabemos, desde muy pequeño, Vladimir se sintió atraído por las mariposas. Una pasión que heredó de sus padres.

Según él mismo cuenta, con tan solo ocho años de edad, cuando su padre fue encarcelado por las autoridades rusas, a causa de sus actividades políticas, él le llevó una mariposa a la celda como regalo. Un regalo que seguro a su padre le encantó.

Ya de adolescente, a Nabokov le gustaba realizar excursiones para capturar mariposas. Unos ejemplares que después describía con todo cuidado y método, imitando a las revistas científicas que caían en sus manos.

Se trataba de una afición por estos lepidópteros, que le convertirían en un experto autodidacta y que no le abandonaría nunca a lo largo de su vida.

De exilio en exilio
De hecho solía decir que si no hubiera sido por la Revolución Rusa, que obligó a su familia a exiliarse en 1919, se hubiera convertido en lepidopterólogo profesional. Un sueño que por desgracia, o por suerte, con estas cosas nunca se sabe, no pudo llegar a cumplir.

En su exilio europeo, y ya con cierta fama como escritor, Nabokov se dedicó a visitar las mejores colecciones de mariposas existentes en los grandes museos.

Incluso empleó su dinero para financiar una expedición a los Pirineos, donde él y su esposa Vera, capturaron más de un centenar de especies.

Comentarles que Nabokov nunca aprendió a conducir, por lo que dependía de su esposa para que lo llevara a todos los sitios. Qué sería de nosotros sin ellas.

Eran buenos tiempos que, por desgracia, empezaron a oscurecerse con la llegada de los nazis al poder en Alemania. De nuevo los perros de la guerra ladraban en Europa. Y Nabokov, en 1940, emprendió un nuevo exilio, esta vez a Estados Unidos.

Sin embargo, como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga”. Porque fue en este país donde encontró su mayor fama como novelista y también donde más progresó en el estudio de las mariposas.

Mariposas azules
En la década de los 40, Nabokov se obtuvo un sobresueldo como cuidador de las colecciones de lepidópteros del Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard.

Y llegó a publicar varios trabajos con descripciones detalladas de cientos de especies. Una importante y reconocida labor como taxonomista. Por el contrario, sus primeras novelas fueron rechazadas por las editoriales. Cara y cruz. (Continuará)


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