(Continuación) Desde
el Salmo 23, hasta un soneto shakespeariano o, por qué no, un libro entero.
Cuentan que durante
su exposición, Huxley, fingía haber encontrado el mismo Salmo 23, entre los montones
de galimatías producidas por sus monos imaginarios con sus máquinas de
escribir. Una pequeña maldad agnóstica.
Y siguió su
argumento diciendo que de la misma manera, la casual combinación molecular, dadas materia
y tiempo suficientes, podría llegar
a producir incluso hasta al mismo Obispo Wilberforce.
Y por supuesto,
totalmente al azar y sin la necesidad de ningún Diseñador o Creador. Ni de él
ni de su trabajo. Y así acabó.
Nudo
Fue entonces
cuando, según cuentan, el obispo se dirigió al agnóstico con una sonrisa
sarcástica, y desde muy cerca le preguntó: “Por
favor, profesor Huxley contésteme, ¿desciende usted del mono por parte de
abuela o de abuelo?”.
A esas alturas
del debate el auditorio, que virtualmente ya echaba chispas antes de empezar el
mismo, prorrumpió en aplausos ante la insolencia de la pregunta. Se dice que
Huxley, susurró a su amigo el químico Benjamin
Brodie que le acompañaba: “El Señor
lo ha puesto en mis manos”.
Luego se levantó
lentamente y le espetó: “Un hombre no
tiene ninguna razón para avergonzarse de tener un mono por abuelo. De haber un
antepasado que me avergonzase recordar, sería más bien un hombre.
Un hombre de intelecto desasosegado y versátil que,
no contento con triunfar en su propia esfera de actividad, se zambulle en
cuestiones científicas de las que no tiene ningún verdadero conocimiento.
Y lo hace sólo para oscurecerlas con una retórica
sin sentido y distraer la atención de sus oyentes del punto de discusión
mediante elocuentes digresiones y hábiles apelaciones a prejuicios religiosos”.
Desenlace
Ante tan
ocurrente respuesta, el público presente estalló en risas, aplaudió y silbó con
estruendo. Se dice que en su ofuscación, el religioso quiso terminar la
intelectual y verbal discusión con el joven biólogo, con un violento ataque
físico con ¡los puños! Algo impensable en aquel marco.
Es de suponer
que intentaría golpearle pero a la forma cristiana. Y que tratándose de un
obispo, ésta sería muy cristiana. Es de suponer.
Por otro lado el
mismo Robert Fitz-Roy, recuerden el
capitán del Beagle, corría de un lado para otro por las naves laterales
gritando como un poseído: “¡El Libro! ¡El
Libro!”, con una Biblia en la mano, y vociferando infructuosamente contra
las herejías contenidas en “El origen...”.
También a una
tal señora Bruster hubo que sacarla de la sala desmayada. En fin. Algo lógico.
En aquella época
no debía ser fácil para casi nadie, tener que admitir que el hombre fuera un
mero pariente de los simios.
No eran pocos
los que pensaban que habían sido creados a partir del barro y el divino soplo
de vida. A imagen y semejanza divina. A imagen y semejanza de Dios.
Les parecía una
idea repugnante y totalmente rechazable esa de la evolución. Y de este rechazo
nacieron no pocas historias.
Por desgracia, y
a pesar de la demoledora réplica de Huxley y del vergonzante y violento mutis
de Wilberforce, la pugna entre darwinismo y fundamentalismo cristiano no acabó
ahí.
No fue Oxford el
único escenario en el que debatieron. Pero esa es otra historia.
Estas entradas sobre las citas (reales o ficticias) de algunos científicos me parecen de lo más curiosas. Debería escribir más.
ResponderEliminarme gustan más las de física
ResponderEliminarMenudo achaque el del obispo Wilberforce. Ya ven ustedes. A veces el más oído y respetado no es el que lleva la razón, contradiciendo con eso el clásico argumento de "Esto siempre ha sido así, siempre ha funcionado y, por los siglos de los siglos, seguirá siendo así"
ResponderEliminarSaludos.
Porqué unas veces dice británico y otras veces inglés, ¿es lo mismo?
ResponderEliminar