martes, 11 de octubre de 2011

“Por favor, profesor Huxley, contésteme:¿desciende usted del mono…? (y II)


(Continuación) Desde el Salmo 23, hasta un soneto shakespeariano o, por qué no, un libro entero.

Cuentan que durante su exposición, Huxley, fingía haber encontrado el mismo Salmo 23, entre los montones de galimatías producidas por sus monos imaginarios con sus máquinas de escribir. Una pequeña maldad agnóstica.

Y siguió su argumento diciendo que de la misma manera, la casual combinación molecular, dadas materia y tiempo suficientes, podría llegar a producir incluso hasta al mismo Obispo Wilberforce.

Y por supuesto, totalmente al azar y sin la necesidad de ningún Diseñador o Creador. Ni de él ni de su trabajo. Y así acabó.

Nudo
Fue entonces cuando, según cuentan, el obispo se dirigió al agnóstico con una sonrisa sarcástica, y desde muy cerca le preguntó: “Por favor, profesor Huxley contésteme, ¿desciende usted del mono por parte de abuela o de abuelo?”.

A esas alturas del debate el auditorio, que virtualmente ya echaba chispas antes de empezar el mismo, prorrumpió en aplausos ante la insolencia de la pregunta. Se dice que Huxley, susurró a su amigo el químico Benjamin Brodie que le acompañaba: “El Señor lo ha puesto en mis manos”.

Luego se levantó lentamente y le espetó: “Un hombre no tiene ninguna razón para avergonzarse de tener un mono por abuelo. De haber un antepasado que me avergonzase recordar, sería más bien un hombre.

Un hombre de intelecto desasosegado y versátil que, no contento con triunfar en su propia esfera de actividad, se zambulle en cuestiones científicas de las que no tiene ningún verdadero conocimiento.

Y lo hace sólo para oscurecerlas con una retórica sin sentido y distraer la atención de sus oyentes del punto de discusión mediante elocuentes digresiones y hábiles apelaciones a prejuicios religiosos”.


Desenlace
Ante tan ocurrente respuesta, el público presente estalló en risas, aplaudió y silbó con estruendo. Se dice que en su ofuscación, el religioso quiso terminar la intelectual y verbal discusión con el joven biólogo, con un violento ataque físico con ¡los puños! Algo impensable en aquel marco.

Es de suponer que intentaría golpearle pero a la forma cristiana. Y que tratándose de un obispo, ésta sería muy cristiana. Es de suponer.

Por otro lado el mismo Robert Fitz-Roy, recuerden el capitán del Beagle, corría de un lado para otro por las naves laterales gritando como un poseído: “¡El Libro! ¡El Libro!”, con una Biblia en la mano, y vociferando infructuosamente contra las herejías contenidas en “El origen...”.

También a una tal señora Bruster hubo que sacarla de la sala desmayada. En fin. Algo lógico.

En aquella época no debía ser fácil para casi nadie, tener que admitir que el hombre fuera un mero pariente de los simios.

No eran pocos los que pensaban que habían sido creados a partir del barro y el divino soplo de vida. A imagen y semejanza divina. A imagen y semejanza de Dios.

Les parecía una idea repugnante y totalmente rechazable esa de la evolución. Y de este rechazo nacieron no pocas historias.

Por desgracia, y a pesar de la demoledora réplica de Huxley y del vergonzante y violento mutis de Wilberforce, la pugna entre darwinismo y fundamentalismo cristiano no acabó ahí.

No fue Oxford el único escenario en el que debatieron. Pero esa es otra historia.

4 comentarios:

  1. Un lector de ciencias11 de octubre de 2011, 8:22

    Estas entradas sobre las citas (reales o ficticias) de algunos científicos me parecen de lo más curiosas. Debería escribir más.

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  2. me gustan más las de física

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  3. Menudo achaque el del obispo Wilberforce. Ya ven ustedes. A veces el más oído y respetado no es el que lleva la razón, contradiciendo con eso el clásico argumento de "Esto siempre ha sido así, siempre ha funcionado y, por los siglos de los siglos, seguirá siendo así"

    Saludos.

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  4. Porqué unas veces dice británico y otras veces inglés, ¿es lo mismo?

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