No es la primera vez que viene a
esta tribuna divulgativa la otrora temida Selectividad,
hoy descafeinada Prueba de Acceso a la
Universidad.
PAU para entendernos.
PAU para entendernos.
De modo que no me voy a repetir. Ya
saben mi opinión acerca de cuándo empieza en realidad, dicha selección académica
para el alumno.
Y lo hace muchos, muchos, años antes.
Ni más ni menos que en la misma cuna. Ahí es donde comienza, de verdad, dicho
proceso selectivo que en estos días libra sus batallas finales de curso.
Recuerden el viejo proverbio
africano: “Para educar a un niño, es
necesaria la participación de toda la tribu”.
Y es mucho lo que, a lo largo de los
años, ha cambiado este examen. Lo ha hecho tanto en el fondo como en la forma,
y con suerte desigual. Estas cosas son así.
Lo que, desde mi punto de vista no
han cambiado son los estudiantes. Los sigo viendo con las mismas dudas, los
mismos temores y los mismos sueños que tuvieron sus padres, hace ya bastantes
años.
Sin embargo ellos son diferentes y
están, hasta cierto punto, peor preparados que lo estuvimos nosotros. Y es que
la LOGSE, y sus contrarreformas continuadoras,
han pervertido en su contenido el sistema de educativo secundario.
La Gymkana de matemáticas ha
sustituido a la ecuación de segundo
grado, el Plastidecor a la segunda
de Newton y los videojuegos a la lectura
comprensiva. Tal es la visión logsera que se tiene del alumno en las altas
instituciones educativas: la de un supuesto idiota.
Lo que no impide que lleguen a la
Universidad alumnos brillantes en idéntica o parecida proporción que antes. Afortunadamente
eso no depende del sistema sino del alumno y, por tanto, no ha cambiado.
Efecto
perverso
Lo que falla en la situación actual
es ese grupo de mitad para arriba de la clase. Los del montón, vamos. Esos que
antes arropaban a los sobresalientes y se beneficiaban al intentar emularlos.
No en vano les suponía un aumento de
su motivación y un esfuerzo extra, que les hacía ser mejores.
Son estos alumnos de en medio, la
clase media del aula, los que han desaparecido del sistema educativo, que se ha
polarizado entre quienes se superan a sí mismos, sobreponiéndose al entorno, y
quienes se dejan vencer por la abulia abandonando los estudios.
A mi entender no hay duda. Ellos son
los grandes perdedores del sistema educativo español que, a qué dudar, también
pierde con ellos. Se trata, no cabe duda, de un efecto perverso.
Leo que en el ranking de mejores
centros universitarios del mundo, que todos los años elabora “QS World Universities Ranking”, ninguna
universidad española aparece entre las 150 mejores del mundo.
Sólo la Universidad de Barcelona y
la Autónoma de Barcelona aparecen en los puestos 176 y 194 respectivamente. Dos
entre las 200 primera. De aquellos polvos estos lodos.
Estoy totalmente de acuerdo con usted.
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