Entre los autores que se manifestaron en contra del proyecto recordarán que les he citado a Guy de Maupassant (1850-1893).
Hace muchos, muchos, años que no lo leo. Quizás más de los que hubieran sido aconsejables, por lo que entono mi particular mea culpa.
Muchos pero no los suficientes como para, afortunadamente, haberme olvidado de sus magníficos textos de viaje.
Muchos pero no los suficientes como para, afortunadamente, haberme olvidado de sus magníficos textos de viaje.
Unos escritos que se leen como una novela. Yo al menos así los recuerdo. Y uno de ellos, La vida errante, bien podría tener algo que ver con el tema que nos trae: la torre Eiffel.
Ya les he comentado que Maupassant fue uno de los escritores que se pronunció en contra del monumento, en esa famosa carta de protesta de 1887. En ella dejaba caer lindezas de este calibre:
“… pirámide alta y flaca de escalas de hierro; esqueleto gigante falto de gracia, cuya base parece hecha para llevar un monumento formidable de Cíclopes; aborto de un ridículo y delgado perfil de chimenea de fábrica”.
Y así ad infinitum o ad nauseam, lo que prefieran. No. No eran buenos calificativos para el monumento.
De ahí que no sorprenda que en su escrito novelado al que me refería más arriba, se pueda leer: “Me fui de París e incluso de Francia porque la torre Eiffel terminó fastidiándome mucho.
No es sólo que uno la viera desde cualquier lado, sino que se la encontraba por todas partes [...], cual pesadilla inevitable”.
No es sólo que uno la viera desde cualquier lado, sino que se la encontraba por todas partes [...], cual pesadilla inevitable”.
Sólo por si no lo saben, y perdonen si no es así, les comento que una de las características más reseñables del francés, como autor de viajes, quizás sea su sentido del humor, a la hora de describir los chascos constantes del turista.
La paradoja de Maupassant
Por eso no sería de extrañar que fuera cierta la historia que se cuenta. Según dicen, Guy de Maupassant, comía todos los días en el restaurante de la Torre.
Una auténtica paradoja, después de las crueles críticas vertidas sobre ella, que el famoso cuentista francés resolvía con suma facilidad. La justificaba diciendo que "es el único sitio de París desde donde no se ve la Torre".
Ya ven. Genio y figura
Con tal dominio de la situación no es de extrañar que nos dejara la siguiente máxima:
“Cualquier cosa que se quiere decir sólo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla”. (Continuará)
Pues a mí me parece de lo más completo.enhorabuena por el blog
ResponderEliminarLa justificación que da Maupassant es un muy buen ejemplo de la llamada retranca gallega, una ironía muy especial.
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