martes, 23 de agosto de 2011

¡Eureka! ¡Eureka! (y III)


(Continuación) En principio, un principio que marca el comienzo de la Hidrostática como cuerpo de conocimientos científicos y que todos nuestros escolares conocen, o al menos deben conocer.

Dice así: “Todo cuerpo sumergido en el seno de un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del fluido que desaloja”.

Un principio relacionado con los conceptos de densidad y flotación, aunque bien es cierto que el hombre ya sabía, de forma empírica y desde hacía varios siglos, cómo hacer que los barcos flotaran.

Es más que probable que la historia de la bañera de Arquímedes no sea más que otra historia apócrifa y que, Arquímedes, nunca corriera desnudo por las calles de Siracusa, gritando “¡Eureka!”.

Puede que sea así. O no. Vaya usted a saber. El caso es que eso apenas importa. No es más que el envoltorio. Lo que en realidad importa de la cita, es lo que está dentro de ella. Su contenido. Su fondo y forma.

A pesar de que el método que nos narra Vitruvio es puramente volumétrico, a partir de él, Arquímedes, escribió el “Tratado sobre los cuerpos flotantes”.

Dos libros en los que se explican valiosas ideas acerca de la flotación o el hundimiento de los cuerpos, en un medio líquido como el agua y a temperatura ambiente. 

Obsérvese cuántas matizaciones hace el siracusano a la hora de enmarcar sus afirmaciones. Un fondo con trasfondo.

De la importancia del aspecto formal de la expresión “¡Eureka! ¡Eureka!” nos habla su vigencia. Veinticuatro siglos después de su supuesta emisión, se sigue usando. Y con la misma intención.

Suelen ser las primeras palabras emitidas por un ser humano, cuando encuentra la solución de un problema que le ronda como hombre y cuya solución le acucia como científico.

Es el destello lumínico de la intuición del investigador, seguido del estallido sónico de júbilo del hombre. Ya se lo comuniqué al principio.

Post data
Lo que no les dije es que, muchos siglos después, el divulgador científico estadounidense Isaac Asimov (1920-1992) corrigió al sabio. Lo hizo con una frase:

La frase más excitante que se puede oír en ciencia, la que anuncia nuevos descubrimientos, no es "¡Eureka!" (¡Lo encontré!) sino “Es extraño ...”.

¿Qué nos quiso decir con ella?

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