A comienzos del verano del 2009 nos despertábamos en Sevilla con una noticia arqueológica sorprendente.
Se habían encontrado, nada menos que, los vestigios de la actividad humana más antigua de Sevilla hasta la fecha.
No, no es la profesión que se está imaginando. Bueno, a lo mejor, sí. Quizás. No lo sé. El caso es que, si es así, ésa se la cuento en otra ocasión.
Hoy les quiero hablar del descubrimiento que se realizó en las excavaciones que se llevan a cabo (aún continúan) en el sevillano Patio de Banderas.
Se trata de un fondo de cocina u horno, sobre cuyo lecho de cenizas se encontraron numerosos trozos de platos de cerámica, de grandes dimensiones,
Una cocina probablemente comunal, rodeada de cabañas de planta circular donde sabemos, por los restos encontrados, que se guisó y comió en grupo.
Unos restos que se han datado alrededor del siglo VIII a.C., es decir, los últimos años del Bronce Final.
Que es justo el momento en el que, historiadores y arqueólogos, datan el origen de la capital andaluza.
Que es justo el momento en el que, historiadores y arqueólogos, datan el origen de la capital andaluza.
De modo que lo que se halló, días antes del ferragosto sevillano, fue la primera cocina sevillana de la que tenemos constancia.
Una Sevilla previa a Tartessos, y aún a orillas del mar, que por esas fechas ya es testigo de excepción de cómo se produce el contacto entre los pueblos indígenas y los comerciantes fenicios.
Claro que una vez sabido este dato hispalense, la pregunta pertinente viene sola: ¿Desde cuándo cocinamos los humanos?
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