Seguro que se ha dado cuenta. Dejando a un lado las circunstancias de plenilunio y perigeo, el mejor momento para observar la Luna es cuando está cerca del horizonte.
Entonces el satélite nos parece enorme. Su visión nos crea la ilusión de que es mucho mayor que cuando está sobre nuestras cabezas ¿Pero es una ilusión o se trata de una variación real?
Como pista a la respuesta le remito al título, ilusión lunar. O sea que la Luna no aumenta de tamaño porque esté más alta o más baja. Sin embargo, ¿por qué nos lo parece?
¿Se trata de un efecto psicológico propio de nuestro cerebro? ¿O por el contrario es un fenómeno físico?
Aunque no lo crea se trata de un asunto científico de calado, para el que se han diseñado diferentes hipótesis, tanto a favor de la realidad como de la ilusión de su variación. Habrá que buscar pruebas, empleando varios métodos para ello.
En busca de la prueba
Uno es mediante un instrumento ajeno al ser humano: la fotografía. Basta con que fotografíe a nuestro satélite, a diversas alturas sobre el horizonte y compare las imágenes.
Verá que todas ellas presentan el mismo tamaño, independiente de lo baja o alta que esté. Una prueba irrefutable.
El otro modo de romper la ilusión es haciendo una especie de tubo con el puño o con un folio, y mirar a través de él la “gran” Luna del horizonte. Inmediatamente verá que disminuye de tamaño al aislarla del contexto.
Es decir que se trata de una ilusión de nuestro cerebro.
Pese a estas irrebatibles pruebas en la dirección de que se trata de un efecto psicológico, no son pocos los científicos que han intentado demostrar que tal variación se debe a la producción de algún fenómeno físico de origen óptico o astronómico.
Como la refracción, posición astronómica del cuerpo, posición del observador, existencia de objetos de referencia, etcétera. Veamos.
A causa de la refracción
Por el fenómeno óptico del paso de la luz a través de la atmósfera. Una distancia que sería mayor cuando está saliendo o poniéndose (ya que atravesaría más cantidad de aire) y que provocaría una refracción que haría aumentar la imagen de la Luna.
Es decir que la atmósfera actuaría como una lente.
Se trata de un explicación cualitativamente correcta, pero cuantitativamente insuficiente. El efecto de aumento que produce tal refracción es demasiado pequeño y resulta imperceptible. Buena prueba de ello son las fotografías de antes. Así que no es ésta la razón.
A causa de la posición astronómica
Se podría pensar que, cuando la Luna está sobre el horizonte estaría más cerca de nosotros que cuando está arriba del todo. Se podría pero no se debe.
Resulta que no es cierto que la distancia de la Luna a un observador en la Tierra cambie, cuando aquella se encuentre cerca del horizonte o cuando esté en su cenit, vista en una misma noche.
La distancia entre ambos cuerpos celestes varía, únicamente, en función del momento en que la midamos. Esto es así porque, como vimos antes, la trayectoria que describe nuestro satélite alrededor del planeta es elíptica.
Así que tampoco es ésta la razón de la variación del tamaño lunar.
A causa de la posición de la cabeza
Ésta es bastante original. Pasa por suponer que el cerebro cambia su forma de percibir si está paralelo al suelo (al mirar al horizonte) o si está inclinado (mirando hacia arriba).
Sí. Está bien. En teoría podría ser.
Aunque la posición de nuestra cabeza para observar cambia, no lo hace así la dirección del campo gravitatorio de la Tierra. De modo que, en principio, podría afectarnos de forma distinta y en diferentes partes del cerebro. Y con ello modificar nuestra percepción.
No está mal traído. Pero va a ser que no. Las pruebas realizadas sobre humanos apuntan a que nuestra percepción no cambia, sea cual sea la posición de nuestra cabeza respecto al campo gravitatorio terrestre.
De modo que ésta tampoco.
De modo que ésta tampoco.
A causa de los objetos de referencia
O mejor dicho de la ausencia de objetos de referencia. Ésta fue una de las primeras explicaciones que se dieron para esta paradoja sobre el tamaño lunar.
La Luna nos parece más pequeña en el cenit, punto del cielo que corresponde verticalmente a un lugar de la Tierra, porque no hay objetos que nos sirvan de referencia para compararla.
Cosa que no ocurre cuando está sobre el horizonte, donde las casas, los árboles, o cualquier otro objeto por comparativa nos hace que, por contraste, percibamos el disco lunar más grande.
Lo cierto es que la idea no está mal del todo. Nada mal. No es una idea descabellada en absoluto. Para que podamos decir si un objeto es grande o pequeño se necesita un referente.
Y cuando la Luna está sobre nuestras cabezas no tenemos con qué compararla. Por eso nos parece menor que cuando está sobre el horizonte, detrás de objetos de los que nuestro cerebro, ya tiene formada una idea de su tamaño.
Sin embargo, siempre hay un pero, este argumento tiene un fallo.
La sensación de cambio de tamaño de la Luna persiste, tanto si elegimos un horizonte en el que no haya objetos, como si colocamos referencias conocidas cuando esté en el cenit.
En ambos casos persevera el cambio aparente de tamaño. De modo que necesitamos de otra hipótesis. Una que supone que la ilusión lunar es una ilusión óptica.
Pero ésta mejor la dejamos para otra ocasión. No conviene cansar.
Mucha teoría entonces pero ni idea por lo que veo
ResponderEliminar¿Has leído bien?
ResponderEliminarEsta muy buena la explicación, pero igual quede en las mismas, osea que todavía no se ha descubierto la razón por la que se ve tan gigante
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