No son pocos los que se han interesado por la entrada de hace unos días acerca de si la fotografia era un arte o no.
Me refiero tanto a los escuchantes del programa de radio, como a los seguidores del blog.
Me refiero tanto a los escuchantes del programa de radio, como a los seguidores del blog.
Bueno lo que yo tenía que decir lo dije. Y la verdad es que no sé mucho más que, además, merezca la pena sea dicho.
De modo que quedo a la espera de sus finos comentarios.
De modo que quedo a la espera de sus finos comentarios.
Para quien sí tengo algo es para uno de ustedes que se interesó por una de las fotografías que intercalé en la entrada bloguera, la de la cerilla.
Su autor es un fotógrafo madrileño de nombre Chema Madoz, del que tuve conocimiento gracias a Andrés Escamilla.
Un joven y, sin embargo, magnífico técnico de sonido con el que suelo realizar la gran mayoría de los programas, y con el que charlo a menudo de lo divino y lo humano, antes y después del programa.
Un joven y, sin embargo, magnífico técnico de sonido con el que suelo realizar la gran mayoría de los programas, y con el que charlo a menudo de lo divino y lo humano, antes y después del programa.
Él fue quien me descubrió al tal Madoz del que, ya se pueden imaginar, existe información textual y fotográfica en google.
Si ven su trabajo es probable que les guste.
Por lo que he leido y visto se trata de un artista amante del blanco y negro, y sus imágenes resultan ser ingeniosos juegos de imaginación.
Por lo que he leido y visto se trata de un artista amante del blanco y negro, y sus imágenes resultan ser ingeniosos juegos de imaginación.
Transformando objetos cotidianos a los que modifica o acentúa alguna cualidad, consigue efectos, la verdad, sorprendentes.
Su obra viene a ser como una factoría de guiños a la realidad.
Su obra viene a ser como una factoría de guiños a la realidad.
Sin duda es también un especialista en el engaño. En sus fotografías, una castañuela abierta puede ser una ostra; el agua que se derrama de un vaso tumbado, un hilo que se precipita por el borde de una mesa; una copa de cóctel, un pubis femenino; un collar de perlas, una horca... y así ad infinitum.
No parece que tenga límites su original imaginación compositiva.
Alguien ha dicho de él que es un hombre que vive en un espejo. Puede ser. Es que no le conozco.
muy bueno el tal Madoz.
ResponderEliminarEnhorabuena por las entradas y el blog en general