(Continuación) Aunque hubo que esperar 75 años para que Christian Huygens, en 1656, le diera esa versión práctica al péndulo, iniciando así una era de mejor registro temporal para el hombre. Pero esa es otra historia.
La otra aplicación fue médica. Si se había utilizado el pulso para cronometrar un péndulo, también se podría utilizar el péndulo para medir el pulso humano.
Por eso junto al fisiólogo, físico y profesor italiano Santorio Santorio (1561-1636), construyeron un aparato al que llamaron pulsilogium.
Se trataba de un péndulo especial, cuya finalidad era controlar el pulso de los pacientes y que se completaba con una escala graduada que permitía, por primera vez en la historia, medir la frecuencia del pulso y clasificar a los pacientes en taquicárdicos o bradicárdicos.
Unos pacientes que, por cierto, Galileo nunca llegó a tener. La vida no le llamaba por los derroteros de la medicina. Y eran otros campos del conocimiento científico los que reclamaron su atención.
Sin embargo, y volvemos a los experimentos con los péndulos, la vida nos enseña que por lo general, y visto de cerca, no todo es tan simple y lineal como parece de lejos.
Le digo esto porque, pasado el tiempo, hubo quien se puso a repetir los experimentos de Galileo.
Y mire usted por donde, no le salieron los mismos resultados. Pero es más. Le pasó a más de uno.
Y mire usted por donde, no le salieron los mismos resultados. Pero es más. Le pasó a más de uno.
Ésta es otra de las cosas que tiene la ciencia. Que la puede reproducir cualquiera, para comprobar si es verdad lo que afirma.
Lo llaman el principio de la falsibilidad o falsacionismo.
Lo llaman el principio de la falsibilidad o falsacionismo.
La otra visión del péndulo galileano
Por ejemplo hubo quienes construyeron dos péndulos de igual longitud, uno con una esfera de latón y otro con una esfera de corcho. Y los hicieron oscilar.
Cuando llevaban contabilizadas 25 oscilaciones, la esfera de latón ya le ganaba a la de corcho por un cuarto. Es decir. O bien Galileo nunca realizó el experimento o, si lo realizó, no le pudieron salir los mismos tiempos para los dos péndulos.
Que es lo que él dijo que le había salido y de los que, supuestamente, había deducido la ley del péndulo.
En cualquier caso, ocurriera lo que ocurriera, poco importa. Lo fundamental es que nos mintió. Aunque sus motivos tenía.
Lo hizo porque era consciente de que, con la escasez de aparatos y la limitada precisión de los instrumentos de medición que utilizaba, nunca podría obtener los resultados prácticos de los que inferir una ley física que intuía que existía y que, además, era correcta.
Ya les avisé. Lo que se dice un genio.
Ya les avisé. Lo que se dice un genio.
De modo que Galileo no utilizó los experimentos para llegar a obtener las leyes físicas, sino para confirmarlas. Lo que quiera que no tiene su aquél, ya que Galileo está considerado el padre del método experimental.
Un genio, por tanto, algo tramposo.
Un genio, por tanto, algo tramposo.
Lo que bien visto resulta lógico. Los científicos también son humanos.
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