Hace unos días me preguntaban en una charla lo siguiente: ¿Los científicos son creyentes? ¿Creen ellos en Dios?
Dejando aparcadas espinosas cuestiones como ¿qué entienden los científicos por Dios? o ¿qué entienden los ciudadanos por científico?, lo que hice fue poner la cuestión en su tejado, devolviéndole, sibilinamente, la pregunta: ¿Y qué piensan ustedes al respecto?
Es decir que me marqué una de tautología. Si bien la respuesta no me sorprendió.
Es decir que me marqué una de tautología. Si bien la respuesta no me sorprendió.
Para un grupo no pequeño de los, ahora también, charlistas la respuesta era que la gran mayoría de los científicos del mundo, habían manifestado su creencia en Dios. O, al menos, se habían adscrito a alguna clase de religión.
Lo que para ello era una prueba, casi, irrefutable de la existencia de un Dios, ya que eran científicos quienes así se manifestaban.
Por supuesto les repliqué que, a mi entender, lo único que probaban dichas manifestaciones, en el caso de que se hubieran realizado, es que los científicos también son seres humanos, con sus necesidades, debilidades y miedos.
Algo que ya sabíamos. Pero, ni por asomo la existencia de Dios.
Con un agravante además. Que dichas manifestaciones no constan en ningún lado. Es decir, se trata de una apreciación errada por parte del ciudadano medio.
“Virtudes” públicas y “vicios” privados
Diversos estudios, realizados de forma anónima, demuestran que los científicos, a medida que incrementan sus conocimientos y su excelencia, se apartan de las sendas más trilladas de la fe.
O directamente se adscriben al ateísmo, a un deísmo inocuo, a un panespiritualismo o al agnosticismo. Posturas todas ellas incompatibles con las religiones tradicionales.
O directamente se adscriben al ateísmo, a un deísmo inocuo, a un panespiritualismo o al agnosticismo. Posturas todas ellas incompatibles con las religiones tradicionales.
Otra cosa es lo que los mismos científicos manifiestan de forma pública. Y es que, en un país tan pazguato en estos temas como los EEUU, resulta muy controvertido y problemático declararse ateo.
Y por supuesto los científicos, que se ganan la vida con su imagen pública, no suelen (porque no deben) ser demasiado taxativos en sus opiniones.
Otra cosa es lo que manifiestan en las encuestas privadas, como la que les comentaba más arriba.
No piensen que les exagero la cuestión. Y les doy en detalle. Piensen que en los EEUU, son incompatibles las acciones de declararse ateo y aspirar a ser presidente de la nación.
No pueden ir juntas en la misma persona. No. Ateismo y presidencia son términos excluyentes.
En busca de pruebas
Uno de los primeros estudios que se hizo sobre la increencia de los científicos tuvo lugar entre 1914 y 1933, y lo llevó a cabo el psicólogo James H. Leuba.
Se propuso poner a prueba la hipótesis de que, cuanto más instruida es la gente, menos probable es que crea en Dios. Los resultados que obtuvo confirmaron su idea: es mucho menos probable que crean en Dios los miembros de este colectivo, que el público general.
Esta mayor propensión a la increencia de los “grandes” científicos, Leuba la atribuyó a su “superior conocimiento, entendimiento y experiencia”.
Años después, en 1997 y 1998, los también estadounidenses Edward J. Larson y Larry Witham publicaron dos artículos en la revista Nature, en los que mostraba los resultados de sus estudios, en la misma línea que el de Leuba.
Estos dos investigadores, que son creyentes, coinciden en que la razón de dicha increencia nace del nivel intelectual del individuo.
Cuanto mayor es el nivel educativo de los individuos, o mejores son sus resultados en test de inteligencia o de rendimiento, menos probable es que sean creyentes.
Recientes estudios realizados entre los miembros de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense, expresan que un 72 % no cree en Dios y que un 21 % se declara agnóstico. O sea, ‘idem eadem idem’.
Y en España
En el suelo patrio, lo he dejado para el final, los datos de los que disponemos se muestran tercos y apuntan en el mismo sentido. En líneas generales, conforme aumenta el nivel de estudios, disminuye la creencia en Dios.
Más en concreto. Mientras que de los españoles sin estudios, el 90,4 % manifiestan creer en Dios, aunque sólo el 15,8 % dicen rezarle, de los que tienen estudios superiores, sólo manifiestan creer en Dios el 55,5 %, aunque de éstos el 56,3% afirma rezar. Spain is different.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Y cuántos científicos europeos se declaran públicamente agnósticos o ateos porque eso es precisamente lo que se espera de un científico europeo?
ResponderEliminarLo dicho, nunca te fíes de la fiabilidad de las encuestas ;-)
Muy interesante tu pregunta, Ana. Pero ¿cómo afecta ese punto en el caso de las encuestas anónimas?.
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