miércoles, 12 de enero de 2011

Algunos secretos sobre el champán

Consciente de que llegan algo tarde para estas fiestas, pero conocedor de que el saber no ocupa lugar, me apresto a ofrecerles algunos considerandos a tener en cuenta, desde el punto de vista de la Ciencia, a la hora de saber tratar con esta bebida de reyes, que es el champán.

¿Qué es lo que no debemos ignorar cuando tenemos una botella de champán en nuestras manos, lista para servir? Pues en esta ocasión les traigo una manita de ellos, los imprescindibles:


Primer considerando.- Nunca lo deberemos servir muy frío. El champán se debe beber fresco, pero no helado. De modo que es un error meterlo en el congelador, poco antes de consumirlo. Lo deseable es ponerlo en el frigorífico, al menos, durante tres o cuatro horas.

Si sólo está treinta minutos (30 min) en el congelador, el brusco cambio de temperatura que experimentará en tan poco tiempo, producirá un estallido de gas cuando lo abramos, que le hará perder parte de su personalidad.

Segundo considerando.- A la hora de abrir la botella, nunca deberemos girar el corcho sino la botella. Es decir lo contrario de lo que normalmente hacemos.

Así que ya lo sabe, lo que hay que hacer es mantener al corcho sujeto firmemente con una mano y dar vueltas a la botella con la otra.

Y por supuesto, nada de dejar que el tapón salte hasta el techo. Tiene que salir suavemente, con un ligero “chop”.

Tercer considerando.- Cuando lo sirvamos, nunca inclinaremos la botella, sino la copa. Como la cerveza cuando la tiramos.

Es el cristal de la copa el que tiene que colocarse en posición casi horizontal, para que no se pierdan las burbujas. Sólo así conservará todo su sabor y efervescencia.

El motivo es porque al servirlo con la copa inclinada se generarán menos turbulencias, perdiéndose de este modo menos del dióxido de carbono CO2 (g) disuelto en el champán y responsable, en parte, de sus propiedades organolépticas.

Cuarto considerando.- Tiene que ver con las burbujas. Porque las burbujas cuentan. En concreto su tamaño nos permite saber si estamos bebiendo un buen champán.

La regla es: conforme más pequeñas y sutiles sean las burbujas, más calidad tendrá el champán que estemos sirviendo.

De modo que un mayor tamaño de éstas, es señal de que menos tiempo ha tenido de maduración el vino.

La ley fija que éste sea de quince (15) meses como mínimo, pero no es infrecuente que las grandes casas lleguen a madurarlo durante cuatro o cinco (4 o 5) años. De hecho algunas botellas llegan a necesitar hasta diez (10) para ser consideradas sublimes.

Quinto y último considerando.- Éste es para deshacer un entuerto relacionado con el color. Ha de saber que esta propiedad óptica del champán no tiene nada que ver con su calidad. El color sólo nos habla de su origen. Se lo explico.

El champán se elabora con tres tipos de uvas: pinot noir y pinot meunier, que son uvas tintas encargadas de darle un tono amarillo intenso, y chardonnay, una uva blanca que el conde de Champagne, Teobaldo IV, trajo de Chipre a su vuelta de las Cruzadas en 1240.

Precisamente cuando el champán es amarillo claro, dorado ligero y chispeante, ésta, la uva chardonay, es la que predomina.

Dicen que atendiendo a estos consejos, que han ido desde la uva hasta el corcho, pasando por el color y la temperatura, sin olvidar la estática de los vidrios, podremos disfrutar de un champán a la manera de un auténtico ‘connaisseur’.

Y que habremos transformado un sorbo de champán en una experiencia casi religiosa, Enrique Iglesias dixit.

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