sábado, 18 de septiembre de 2010

Neocueva de Altamira (y II)

(Continuará) En esta ocasión el científico tenía interés en excavar la entrada de la cueva, pues iba a la búsqueda de restos de huesos y sílex. Una labor tediosa.

De ahí que la niña se diera un paseo por su interior. Y fue entonces cuando, en una sala lateral, descubrió unas pinturas en el techo y corrió, como es natural, a decírselo a su padre.

De nuevo la serendipia, ésta vez de mano de una niña de 9 años, María.

Ya se imaginarán la sorpresa que su padre se llevó, al contemplar el grandioso conjunto de pinturas formado por aquellos extraños animales y que cubrían la casi totalidad de la bóveda.

Reconocimiento científico y social
En esta ocasión Sanz de Sautuola no dejó pasar el tiempo. Al año siguiente, 1880, publicaba un breve opúsculo titulado ‘Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos’ y en el que sostenía el origen prehistórico de las pinturas e incluía una reproducción gráfica.

Una acertada hipótesis que en España fue aceptada, cosa no ocurrió así en Francia. Donde por aquel entonces y desgracia, se encontraban los científicos más expertos y reconocidos en estudios prehistóricos y paleontológicos de Europa.

De ahí que la aceptación oficial de las pinturas por el mundo de la ciencia, no se produjera hasta 1902. Sabido es que las cosas de palacio van despacio. Pero lo importante es que ahí está.

Además el impacto cultural de la cueva de Altamira va más allá del mundo científico. Como prueba les traigo un par de muestras, de dos mundos artísticos bien diferentes.

Uno, el de la pintura. En el que no resulta difícil rastrear la influencia que, en su momento, tuvo la cueva sobre varios pintores. Conocida es la frase de Picasso tras una visita: "Después de Altamira, todo parece decadente". Si lo dijo el maestro…

Otro, el de la música. La banda de rock de los años setenta Steely Dan compuso una canción titulada The Caves of Altamira en su álbum The royal scam (1976).


Las visitas a la cueva
Bueno pues acabo por donde empecé. En la conveniencia de que el público en general visite la cueva.

Han de saber que ya durante la década de los 60 y 70, los numerosos visitantes que accedían a ella hicieron peligrar su microclima y la conservación de las pinturas.

Ya entonces se creó un debate sobre la conveniencia de cerrar Altamira al público, que condujo a que en 1977 se clausurara la cueva. Y que volvió a reabrirse en 1982, si bien sólo para permitir el acceso a un restringido número de visitantes por día. Previa cita.


Un régimen de visita que, unido a la gran cantidad de persona interesadas en hacerla, dio lugar a largos periodos de espera (en ocasiones de hasta más de un año) y que hizo plantearse la necesidad de construir una réplica.

La neocueva de la que les hablaba al comienzo. Una réplica fiel a cómo debía estar la original hace 15 000 años. De hecho, en este duplicado, se utilizaron las mismas técnicas de dibujo, grabado y pintura que emplearon los pintores paleolíticos.

La búsqueda de esta fidelidad llegó a tal extremo que, durante el estudio de las originales, se descubrieron nuevas pinturas y grabados, que antes habían pasado desapercibidos.


Les comento esto para que se hagan una idea del valor de la neocueva y, como les decía, lo preocupante del asunto. Que de nuevo surja la iniciativa de abrir la original.

Una propuesta que nace del mismo Patronato de la Cueva de Altamira, a pesar de que el CSIC recomienda precisamente lo contrario.

De modo que las lanzas están en alto. Lo dicho, se tendría que ser especialmente cuidadoso.


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