lunes, 10 de mayo de 2010

Los Machado (II)


(Continuación) Desde el punto de vista científico, Antonio Machado y Núñez, perteneció a ese muy reducido y selecto grupo de científicos españoles que, en su época, podían hablar con verdadera autoridad de las teorías darwinistas.

El primer darwinista de España
De hecho, apenas un año después de la publicación de El origen de las especies (1859), el darwinismo llegaba a Sevilla de su mano.

Es más que probable que los primeros ecos de la teoría de Darwin le llegaran a través de sus estrechas relaciones con los centros de investigación europeos.

En especial de Francia y Alemania, que fueron los dos focos desde los que se expandió el darwinismo en España.

Aquí habría que destacar la influencia que de la obra del geólogo inglés Charles Lyell. Fue determinante en este sentido.

Como les decía, en 1860, Machado ya enseñaba la teoría de la Selección Natural de Darwin, desde su cátedra de Historia Natural, en la Universidad de Sevilla.

Así, Sevilla por reducción y Andalucía por extensión, se convertían en los principales focos de difusión darwinista en España, a mediados del siglo XIX.

Una tarea que no resultó nada fácil de llevar a cabo y que no estuvo exenta de peligro. Buenos eran los vientos que soplaban.

No conviene pasar por alto el gran impacto que la Teoría de la Evolución tuvo en la sociedad de la época, de todo el mundo.

Ofrecía la respuesta de la ciencia, al hecho de nuestro origen como seres vivos. Una respuesta cuya explicación pasaba por el concepto de evolución.

Una nueva verdad que llegaría a ser la verdad suprema del siglo. Y no sólo para las Ciencias Naturales.

También para las Sociales. Que, visto en perspectiva, fue casi peor.

Una verdad cuyas bases científicas chocaban, frontalmente, con los fundamentos de la religión.

Por eso fue tan duramente combatida en toda Europa.

Unos ataques que revistieron especial virulencia en la sociedad española de la época, donde el poder de la Iglesia era casi indiscutible.

Ciencia versus creencia
Pero Antonio Machado no tenía la menor duda. Y nunca dejó de reclamar la primacía de la ciencia, como único medio para reconstruir el origen y la evolución de la humanidad.

Descartaba de plano cualquier argumentación proveniente de la fe. No. Ciencia y creencia no tienen nada que ver. Nada.

Por eso no se recató de enseñarla en sus clases y difundirla al resto de sociedad. Lo hizo en artículos, trabajos y discursos académicos con no poco escándalo de la sociedad sevillana de la época.

Lo que le trajo algún que otro disgusto personal, familiar y profesional. Sevilla, siempre Sevilla.

Antonio Machado y Núñez, a qué dudarlo, forma parte de ese Panteón de Personajes Sevillanos Ilustres y Olvidados. (Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario