miércoles, 9 de diciembre de 2009

Literatura y Astronomía

Aunque con cierto retraso les traigo una noticia singular. Este verano de 2009 un profesor de Enseñanza Secundaria descubrió un asteroide.

Pero no uno cualquiera, sino uno de los catalogados como peligrosos.

Ocurrió el 13 de setiembre pasado mientras Josep María Bosch, profesor de literatura en un instituto de Lérida y astrónomo aficionado, seguía la trayectoria de un cometa.


Todo parecía normal en esa noche hasta que surgió la sorpresa. La primera de las sorpresas. Para empezar y de repente, sin más, el cuerpo se esfumó del visor.

Así. Lo había perdido inexplicablemente. De modo que cerró la cúpula del observatorio, y se puso a revisar las imágenes grabadas en el ordenador. Entonces vino la segunda de las sorpresas.

No sólo no lo encontró, sino que se topó con lo que no esperaba. Le apareció una nueva señal, diferente e inesperada.

Tras desechar otras hipótesis dedujo que se trataba de un asteroide.

Uno de los muchos cuerpos rocosos que giran alrededor del Sol en una órbita diferente a la de la Tierra.

Pero éste era especial. Tenía toda la pinta de tratarse de un Apolo. Una sorpresa más.

Apolo
Apolo es el término con el que, en la jerga astronómica, se denominan a los asteroides peligrosos. Es decir aquellos en los que se combinan una trayectoria que se cruza con la terrestre, con la posibilidad de una colisión, y un tamaño respetable, aproximadamente de un kilómetro de largo. Lo que supone un choque muy peligroso. Caución.

Y éste era el caso. Un peligro en ciernes para el planeta Tierra, por el alto riesgo de colisión catastrófica.

Una colisión que, quizás, ya se habría producido porque, como le ocurrió con el cometa, lo perdió también de vista las noches siguientes.

De pronto, sin saber cómo, desapareció. Lo más probable porque hubiera impactado con la Tierra.

Era la cuarta, y nada buena, sorpresa. Sin duda la observación de esa noche fue todo un golpe de suerte. Como el propio Bosch comentó “Buscaba un gorrión y encontré una cigüeña”. Pues sí.

Sin pérdida de tiempo lo notificó a la NASA.

2009 ST19
La NASA validó el avistamiento. Se trataba de un asteroide nunca visto hasta ahora, y su existencia fue confirmada por otros telescopios internacionales como el de Linear en Nuevo México.

En efecto se trataba de un Apolo, ya que medía más de un kilómetro de largo y pasaba a 645 000 km de distancia (la Luna está a unos 384 400).

Aunque pudiera parecernos que dicha distancia, no debería transmitirnos sensación de peligro dado lo enorme que es, no debemos olvidar que a nivel astronómico se trata más bien una distancia pequeña. Precaución.

Después hemos sabido que, de hecho, es el cuerpo celeste que más cerca de la Tierra ha pasado desde 1937. Ya les advertí.

Un detalle éste, junto con el de haberse perdido su rastro, que indujo a pensar al JPL de la NASA que, en efecto, había caído sobre el océano Pacífico.

Pero no ha sido así. Una nueva sorpresa. Posteriores cálculos confirman que sigue en una órbita bastante paralela a la nuestra, por lo que aún se le podria ver durante tres o cuatro semanas más.

Calculan también que dentro de tres años y medio, volverá a cruzarse con la órbita terrestre. Aunque, tranquilidad. Los cálculos de su trayectoria indican que no chocará contra nosotros.

El Planet Minor Center (PMC) de la Universidad de Harvard, el organismo internacional que cataloga cometas y planetoides, lo ha bautizado técnicamente como 2009 ST19.

Si bien ese nombre no es definitivo. Y eso lo sabe nuestro maestro astrónomo.

El maestro astrónomo
El profesor Bosch no es un astrónomo aficionado al uso. Aunque reside en Tárrega, instaló su observatorio en los años 90 en el núcleo de Santa Maria de Montmagastrell, un lugar cercano pequeño (con sólo 60 habitantes) y con poca contaminación lumínica.

Gracias a su buen hacer, este año ha conseguido que los vecinos apaguen todo lo posible la iluminación nocturna, para así facilitar su trabajo y el de su compañero Joan Guarro.

Utiliza un telescopio de 31 cm y en la actualidad trabaja en el Centro de Observación del Universo en Àger (Noguera), por lo que realiza observaciones al alcance de muy pocos y además colabora con la NASA.

Por eso tiene un sueño. Que le permitan ponerle el nombre definitivo al asteroide. Sería una sorpresa más, la sexta. Pero es algo para lo que es necesario que transcurran algunos años aún. Y él lo sabe. Tiene que esperar.

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