Todos los indicios apuntan a que existe una razón histórica. Resulta que el día que se “repetía” de este mes de febrero era, al principio del cambio, el 24; es decir el sexto día antes de las Calendas de Marzo.
Y como era el segundo sexto día del mes se le nombró ‘bis sextilis’, o lo que es lo mismo, día bi-sexto. Un término que con el tiempo derivó al actual bisiesto. Posteriormente, este día adicional se cambió al 29 de Febrero.
Así, con la adición de este día cada cuatro años, se adecuaba algo mejor la duración del año solar con la del año cronológico, 365, 25 días. Un magnífico logro que sin embargo, en su implantación, comenzó con un pequeño error.
Después del asesinato de Julio César, una falsa interpretación de los cálculos de Sosígenes hizo que el día de más de febrero, se añadiera sólo cada tres años, en lugar de cada cuatro. Lo que por supuesto suponía un error temporal, en concreto de 2 h y 11 min por año.
Un error que, en términos relativos, duró poco. El sucesor de Julio César, César Augusto, corrigió el error acumulado omitiendo ese día durante tres años bisiestos consecutivos y restableciéndolo en el año 8 d.C. Fecha que marca el inicio del sistema actual de años bisiestos. Así rebajó el error a 11 min por año.
También quedaba fijada la condición matemática juliana para saber si un año es bisiesto. Bastaba con determinar si sus dos últimas cifras eran divisibles por cuatro. En caso afirmativo, se trataba de un año bisiesto. Ése era el criterio. Una regla fácil por suerte, pero inexacta por desgracia.
Recordemos que toma al año calendario con una duración de 365,25 días, es decir 365 d y 6 h, mientras que en realidad el año solar, que es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol, dura 365, 242 190 402 días. Es decir, 365 d, 5 h, 4 min y 45,25 s.
Lo que supone un error de 0.007784 días por año. O lo que es lo mismo un retraso de 11 min y 14 s anuales, que si bien no parece mucho, casi una anécdota, lo cierto es que para las postrimerías del siglo XVI, hacía que el año terrestre estuviera desfasado 11 días del año estacional.
Un grave problema para la Iglesia, pues la Pascua ya no coincidía con las fechas históricamente correctas. Lo anecdótico había tomado categoría de sustancial.
Por eso en 1582, cuando la diferencia entre el calendario juliano y las estaciones era ya de 10 días, el Papa Gregorio XIII metió manos en el asunto. Con la iglesia hemos topado que dijo alguien, años después, y ordenó la implantación de un nuevo calendario.
El calendario gregoriano que trajo de la mano dos medidas innovadoras. La primera de ella, en realidad doble. No sólo estableció el 1 de enero como principio del nuevo año, sino que implicó un adelanto del calendario oficial.
Se le quitaron diez días, de forma que el viernes 15 de octubre fue la fecha que siguió al jueves 4 de octubre. La otra afectó al criterio que decidía los años bisiestos. (Continuará).
Y como era el segundo sexto día del mes se le nombró ‘bis sextilis’, o lo que es lo mismo, día bi-sexto. Un término que con el tiempo derivó al actual bisiesto. Posteriormente, este día adicional se cambió al 29 de Febrero.
Así, con la adición de este día cada cuatro años, se adecuaba algo mejor la duración del año solar con la del año cronológico, 365, 25 días. Un magnífico logro que sin embargo, en su implantación, comenzó con un pequeño error.
Después del asesinato de Julio César, una falsa interpretación de los cálculos de Sosígenes hizo que el día de más de febrero, se añadiera sólo cada tres años, en lugar de cada cuatro. Lo que por supuesto suponía un error temporal, en concreto de 2 h y 11 min por año.
Un error que, en términos relativos, duró poco. El sucesor de Julio César, César Augusto, corrigió el error acumulado omitiendo ese día durante tres años bisiestos consecutivos y restableciéndolo en el año 8 d.C. Fecha que marca el inicio del sistema actual de años bisiestos. Así rebajó el error a 11 min por año.
También quedaba fijada la condición matemática juliana para saber si un año es bisiesto. Bastaba con determinar si sus dos últimas cifras eran divisibles por cuatro. En caso afirmativo, se trataba de un año bisiesto. Ése era el criterio. Una regla fácil por suerte, pero inexacta por desgracia.
Calendario gregoriano
A pesar de suponer una gran mejora la incorporación del calendario juliano, su medición del tiempo terminó, también, por crear problemas.Recordemos que toma al año calendario con una duración de 365,25 días, es decir 365 d y 6 h, mientras que en realidad el año solar, que es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol, dura 365, 242 190 402 días. Es decir, 365 d, 5 h, 4 min y 45,25 s.
Lo que supone un error de 0.007784 días por año. O lo que es lo mismo un retraso de 11 min y 14 s anuales, que si bien no parece mucho, casi una anécdota, lo cierto es que para las postrimerías del siglo XVI, hacía que el año terrestre estuviera desfasado 11 días del año estacional.
Un grave problema para la Iglesia, pues la Pascua ya no coincidía con las fechas históricamente correctas. Lo anecdótico había tomado categoría de sustancial.
Por eso en 1582, cuando la diferencia entre el calendario juliano y las estaciones era ya de 10 días, el Papa Gregorio XIII metió manos en el asunto. Con la iglesia hemos topado que dijo alguien, años después, y ordenó la implantación de un nuevo calendario.
El calendario gregoriano que trajo de la mano dos medidas innovadoras. La primera de ella, en realidad doble. No sólo estableció el 1 de enero como principio del nuevo año, sino que implicó un adelanto del calendario oficial.
Se le quitaron diez días, de forma que el viernes 15 de octubre fue la fecha que siguió al jueves 4 de octubre. La otra afectó al criterio que decidía los años bisiestos. (Continuará).
¿Cuándo cumplen años los que nacen el 29 de febrero? ¿pordría contestar antes de que llegue ese día?
ResponderEliminar