En la introducción de éste su último libro, Clifford A. Pickover, prolífico autor de conocidos artículos de ciencia y su divulgación, lo retrata a la perfección:
“Donde se discute sobre la definición de ley epónima, sobre las vidas y aflicciones de quienes las descubrieron, sobre ciencia y religión, sobre las diferencias entre leyes y teorías y sobre la distribución geográfica y temporal de los descubridores de leyes”.
Perfecto porque el libro es eso. Un amplio dossier con dos partes bien diferenciadas.
En la primera nos presenta una serie de leyes científicas, ordenadas cronológicamente, sobre hechos, observaciones y fenómenos que fueron influyentes a lo largo de la historia. Hasta cuarenta leyes, eso sí, casi todas físicas. Un sesgo desde luego.
De esas leyes unas son bien conocidas como: las del movimiento planetario de Kepler; la gravitación de Newton; la electrostática de Coulomb; el electromagnetismo de Ampère; la electrólisis de Faraday; la de la indeterminación de Heisenberg; etcétera. Y otras no tanto. Dejo al lector para que las averigüe.
En la segunda parte, Pickover, se centra en el autor de las leyes, es decir en sus epónimos. Las personas de las que recibieron el nombre por haberlas descubierto o llamado la atención sobre ellas.
Una biografía que viene precedida de algunas curiosidades y citas del autor y que se desarrolla en tres frentes, pues se trata de:
a) una biografía científica, que nos muestra otras investigaciones realizadas por él;
b) una biografía familiar, ya saben, matrimonios, relaciones entre sus miembros y otros datos sociales y de prensa rosa; y
c) una biografía íntima, donde se muestran sus inclinaciones religiosas. Algo más serio y problemático que lo anterior.
Desde mi punto de vista “De Arquímedes a Hawking” es un magnífico libro que se puede leer como uno quiera. Bien del tirón, de una sola vez. O, casi mejor, a pequeños sorbos, cogiéndolo y soltándolo cuando quiera. Lo que se dice ojeándolo y hojeándolo. Que en la variedad está el gusto.
Como no puede ser de otra forma, contiene algunos errores (erratas más bien) fácilmente identificables por un lado, y que en nada desdicen la calidad de la publicación, ni en la forma ni en el fondo.
“Donde se discute sobre la definición de ley epónima, sobre las vidas y aflicciones de quienes las descubrieron, sobre ciencia y religión, sobre las diferencias entre leyes y teorías y sobre la distribución geográfica y temporal de los descubridores de leyes”.
Perfecto porque el libro es eso. Un amplio dossier con dos partes bien diferenciadas.
En la primera nos presenta una serie de leyes científicas, ordenadas cronológicamente, sobre hechos, observaciones y fenómenos que fueron influyentes a lo largo de la historia. Hasta cuarenta leyes, eso sí, casi todas físicas. Un sesgo desde luego.
De esas leyes unas son bien conocidas como: las del movimiento planetario de Kepler; la gravitación de Newton; la electrostática de Coulomb; el electromagnetismo de Ampère; la electrólisis de Faraday; la de la indeterminación de Heisenberg; etcétera. Y otras no tanto. Dejo al lector para que las averigüe.
En la segunda parte, Pickover, se centra en el autor de las leyes, es decir en sus epónimos. Las personas de las que recibieron el nombre por haberlas descubierto o llamado la atención sobre ellas.
Una biografía que viene precedida de algunas curiosidades y citas del autor y que se desarrolla en tres frentes, pues se trata de:
a) una biografía científica, que nos muestra otras investigaciones realizadas por él;
b) una biografía familiar, ya saben, matrimonios, relaciones entre sus miembros y otros datos sociales y de prensa rosa; y
c) una biografía íntima, donde se muestran sus inclinaciones religiosas. Algo más serio y problemático que lo anterior.
Desde mi punto de vista “De Arquímedes a Hawking” es un magnífico libro que se puede leer como uno quiera. Bien del tirón, de una sola vez. O, casi mejor, a pequeños sorbos, cogiéndolo y soltándolo cuando quiera. Lo que se dice ojeándolo y hojeándolo. Que en la variedad está el gusto.
Como no puede ser de otra forma, contiene algunos errores (erratas más bien) fácilmente identificables por un lado, y que en nada desdicen la calidad de la publicación, ni en la forma ni en el fondo.
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