sábado, 19 de septiembre de 2009

Calendario revolucionario

Como lo prometido es deuda, aquí me tienen para saldarla y además con mucho gusto. Calendario revolucionario es la expresión utilizada para nombrar en realidad a dos calendarios distintos.

A dos reformas radicales del mismo, que se realizaron en dos países diferentes y ambas por motivos no estrictamente científicos y técnicos, sino también políticos.

En orden cronológico son el Calendario republicano francés o Calendario de la Revolución Francesa, que entró en vigor el 24 de octubre de 1793 y fue abolido el 1 de enero de 1806, aunque de las fechas habrá que hacer alguna aclaración más adelante.


Y el Calendario revolucionario soviético, que hizo lo propio el 1 de octubre de 1929, para ser dejado de emplear en 1940.

Si bien son diferentes, ambos calendarios, comparten algunas características. Les adelanto un par de ellas, diríamos espacio-temporales. Primera. Se utilizaron sólo en su país correspondiente, Francia y la URSS respectivamente, en los que estaba vigente el Calendario Gregoriano.

Y segunda. Duraron alrededor de una docena de años. Ya se sabe que no hay revolución que cien años dure. Sea del tipo que sea.

Calendario republicano francés. Algunos datos históricos
Con relación a las fechas, conviene hacer una precisión previa. Si bien nació por decreto de la Convención Nacional Francesa del 5 de octubre de 1793, el calendario no fue adoptado hasta unos días después, el 24 de octubre del mismo año. Pero eso es desde el punto de vista oficial.

En la práctica el calendario era utilizado desde el 22 de septiembre de 1792, coincidiendo con el equinoccio de otoño, de modo que su uso comenzó un año antes de ser finalmente adoptado. Cosas de la revolución.

Si acaso una precisión más en lo que respecta a las fechas. Los primeros intentos de cambiar el calendario gregoriano vigente, ya se habían producido en 1785 y 1788.

Detrás de ellos latía un supuesto deseo popular. Liberarlo de todos sus referentes religiosos, sobre todo cristianos.

De ahí que, tras la toma de la Bastilla, las presiones para su reforma se incrementaran. Incluso se propuso su fecha de entrada en vigor. Por supuesto un día emblemático, que no podía ser otro que el primer día de libertad, el 14 de Julio de 1789. Como ya sabemos, no puedo ser. Y es que el hombre propone, y…

Pero junto a la razón anti religiosa, hay que añadir un par de motivaciones más. Una social. El pueblo, en su deseo de liberación, no sólo lucha por abolir la monarquía y la nobleza, sino que también lo hace contra todo lo que esté asociado a ellas, como el calendario gregoriano.

Y otra racional. Empezaba el tiempo de la Razón. Y lo razonable era aplicar, en el aleatorio calendario gregoriano, el por entonces recién nacido Sistema Métrico Decimal.

A propósito del Sistema Métrico Decimal
O simplemente Sistema Métrico. Baste saber, para los intereses de esta entrega, que no es más que un sistema de unidades, que nace con una simple pero genial pretensión.

La de ser el sistema único de medida para todo el mundo. De entrada su aplicación reportaría dos ventajas.

Una. Facilitar el intercambio entre los países, dado que cada uno tenía el suyo propio con unidades distintas. Ocurriendo a menudo que tuvieran los mismos nombres para las unidades, pero con distinto valor.

Otra. La sencillez que aportaría en las operaciones aritméticas. Todos los múltiplos y submúltiplos de una unidad de medida, estarían relacionadas entre sí por múltiplos o submúltiplos de 10. Lo que lo hace todo más fácil.

El primer país que lo adoptó fue Francia en 1791, tras la Revolución Francesa de 1789. Evidentemente la razón pura como marco ideológico de la revolución, facilitó su adopción. Sin duda el SMD, fue un gran avance del intelecto humano.

Hasta el propio A. L. Lavoisier, padre de la Química Moderna, llegó a decir de él que "nada más grande ni más sublime ha salido de las manos del hombre que el sistema métrico decimal". Es probable que así sea.

Casi tanto como que este gran científico no pensara, en aquellos momentos, lo mismo de la propia revolución.

Lo digo a tenor del trágico destino que tuvo su brillante y guillotinada cabeza y, tras ella, su preciada vida, un desgraciado día de 1794.

Y es que la francesa, como casi todas las revoluciones, tuvo también sus momentos de locura.


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