Johann Karl Friedrich Gauss (1777-1855), desde muy pequeño fue un niño prodigio en matemáticas.
Y cuando les digo desde muy pequeño, es porque lo fue desde muy, muy, pequeño.
Por si no me creen, ahí van un par de anécdotas de su precocidad matemática.
Hijo de un modesto constructor, se encontraba un día junto a su padre mientras éste elaboraba las nóminas de los empleados.
Una larga y tediosa operación que el joven Gauss seguía con gran atención y que al ver que su padre la daba por concluida le previno: “Padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser...”.
Y resultó que lo era. Al repasar los cálculos comprobó con sorpresa que su hijo tenía razón. Se había equivocado.
La historia no tendría nada de particular, ni sería espectacular si no conociéramos ciertos detalles de la misma.
Una, que el joven Gauss había realizado la operación de cabeza. Dos, que aún no había cumplido ¡los tres años!, y también sabía leer. Tres, lo más sorprendente, nadie le había enseñado a realizar cálculos aritméticos ni a leer.
Aprendió él solo. Ya les avisé un niño prodigio. Que claro lo siguió siendo en la escuela.
Les pidió que calculasen la suma de todos los números del 1 al 100 y que, al acabar, dejaran la pizarra con el resultado encima de su mesa.
Era evidente que pasaría un buen rato antes de que ninguno lo hiciera, o así lo debió pensar el buen hombre. Pero no contó con Gauss.
No había acabado de dictar la pregunta cuando, ante su asombro, éste se levantaba y le entregaba su pizarra exclamando: “Ligget se!” (¡Ahí está!).
Había escrito la respuesta correcta: 5050. No había duda, el niño era un prodigio para las matemáticas.
De mayor, a Gauss le gustaba contar que el resto de la clase necesitó una hora para realizar el cálculo y que su resultado fue el único correcto. Al profesor le confesó que había empleado el álgebra para su resolución.
Se había dado cuenta que, agrupando de dos en dos los números extremos y sumándolos, siempre salía 101 (1+100, 2+99, …). Y como hay cincuenta parejas, pues eso 5050.
Hoy sabemos que Gauss había aplicado, sin conocerlo, el algoritmo de la suma de los términos de una progresión aritmética.
A eso algunos lo llaman capacidad de abstracción. Algo impropio de un niño de diez años.
Ni que decir que el profesor quedó impresionado y que este sucedido fue el principio de la carrera matemática de Gauss, quien está considerado por muchos como uno de los tres mejores matemáticos de la historia, junto a Arquímedes y Newton. (Continuará)
Y cuando les digo desde muy pequeño, es porque lo fue desde muy, muy, pequeño.
Por si no me creen, ahí van un par de anécdotas de su precocidad matemática.
Hijo de un modesto constructor, se encontraba un día junto a su padre mientras éste elaboraba las nóminas de los empleados.
Una larga y tediosa operación que el joven Gauss seguía con gran atención y que al ver que su padre la daba por concluida le previno: “Padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser...”.
Y resultó que lo era. Al repasar los cálculos comprobó con sorpresa que su hijo tenía razón. Se había equivocado.
La historia no tendría nada de particular, ni sería espectacular si no conociéramos ciertos detalles de la misma.
Una, que el joven Gauss había realizado la operación de cabeza. Dos, que aún no había cumplido ¡los tres años!, y también sabía leer. Tres, lo más sorprendente, nadie le había enseñado a realizar cálculos aritméticos ni a leer.
Aprendió él solo. Ya les avisé un niño prodigio. Que claro lo siguió siendo en la escuela.
“Ahí está”
Ingresó en primaria antes de cumplir los siete años y cuando contaba diez, el maestro propuso un problema a la clase.Les pidió que calculasen la suma de todos los números del 1 al 100 y que, al acabar, dejaran la pizarra con el resultado encima de su mesa.
Era evidente que pasaría un buen rato antes de que ninguno lo hiciera, o así lo debió pensar el buen hombre. Pero no contó con Gauss.
No había acabado de dictar la pregunta cuando, ante su asombro, éste se levantaba y le entregaba su pizarra exclamando: “Ligget se!” (¡Ahí está!).
Había escrito la respuesta correcta: 5050. No había duda, el niño era un prodigio para las matemáticas.
De mayor, a Gauss le gustaba contar que el resto de la clase necesitó una hora para realizar el cálculo y que su resultado fue el único correcto. Al profesor le confesó que había empleado el álgebra para su resolución.
Se había dado cuenta que, agrupando de dos en dos los números extremos y sumándolos, siempre salía 101 (1+100, 2+99, …). Y como hay cincuenta parejas, pues eso 5050.
Hoy sabemos que Gauss había aplicado, sin conocerlo, el algoritmo de la suma de los términos de una progresión aritmética.
A eso algunos lo llaman capacidad de abstracción. Algo impropio de un niño de diez años.
Ni que decir que el profesor quedó impresionado y que este sucedido fue el principio de la carrera matemática de Gauss, quien está considerado por muchos como uno de los tres mejores matemáticos de la historia, junto a Arquímedes y Newton. (Continuará)
Con Gauss me estoy peleando yo ahora.
ResponderEliminarInteresante historia.
Odio a estos genios...
ResponderEliminarNo me creo el cuento de que nadie le enseño a leer o hacer aritmética antes de los tres años.
Por fuerza se le debió enseñar. Actualmente nadie nos puede decir que esos mitos sean ciertos.
Si bien tenía dotes para las matemáticas se debe a la buena suerte de su genética.
Detesto a los genios de este tipo.
Muy Pocos Saben Que Gauss Tenía el Síndrome .. esto hace que los chicos e/inclusive en la actualidad ..concentran el 100% de capacidad en algo el de el Fue Los Números
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