Por lo que sabemos, a lo largo de toda su historia, el hombre ha prestado siempre a la dentadura una atención mayor de lo que a primera vista pueda parecernos hoy.
Bien pensado, es natural que fuera así. La razón no es otra que la que le iba la supervivencia en ello. Sin buenos dientes no podría comer de todo y eso, a la larga, terminaría con él.
Por eso, desde la Antigüedad, ha usado diferentes sistemas para la higiene dental. Sabemos, por ejemplo, que los árabes usaban ramitas de areca, una planta de palma cuya nuez era a su vez un excelente dentífrico.
Tenían así juntos en un mismo producto el cepillo y el dentífrico.
No obstante, el cepillo, tal como hoy lo conocemos, fue una idea de los dentistas chinos. En 1498 insertaron pelos de cerdo en un hueso alargado y se lo ofrecieron como un regalo especial a su emperador.
Con el tiempo, los ingleses lo pusieron de moda en Europa a lo largo del siglo XVII. Aunque aquí también se utilizaron crines de caballo o pelos de otros animales. Pero eran tan caros de todas formas estos cepillos, que en las familias humildes sus miembros no tenían más remedio que compartirlo.
Ocurrió en 1938 y lo hizo el doctor West, que trabajaba en la firma DuPont. Se trataba del naylon, un polímero artificial que pertenece al grupo de las poliamidas y cuya primera aplicación fue crear con él cerdas para los cepillos de dientes.
De modo que sustituyeron los pelos porcinos por cerdas de nailon. Un material sintético que presentaba varias ventajas frente a las cerdas de animales: era rígido, indeformable y no era atacado por la humedad.
Una propiedad que evitaba el consiguiente riesgo de infecciones.
Sin embargo, al principio, las cerdas eran tan rígidas que causaban serias molestias en los usuarios e incluso daños en las encías.
Una buena razón que frenó su implantación hasta que, la propia Du Pont, desarrolló el nailon blando, y en 1950 sacaba al mercado cepillos con dichas fibras.
De su inventor sólo se conoce que fue un dentista estadounidense de apellido Scott. También sabemos que el cepillo era incómodo, ruidoso y caro. Que necesitaba mejoras. Pues vaya novedad. Como casi todo lo que empieza.
Por eso no fue hasta la década de los sesenta del siglo XX, cuando su uso se puso de moda sobre todo en el mundo anglosajón.
El primer cepillo de dientes eléctrico, el Broxodent, fue presentado por la empresa Squibb Pharmaceutical en el centenario de la American Dental Association en 1959. Cincuenta años ahora, desde entonces.
Por supuesto el resto de empresas del sector no le fueron a la zaga y, muy poco después, la General Electric sacaba al mercado el primer cepillo de dientes eléctrico sin cable, accionado por pilas.
Así hasta nuestros actuales cepillos eléctricos sin cables también, pero sin pilas ¿Cómo es posible?
Bien pensado, es natural que fuera así. La razón no es otra que la que le iba la supervivencia en ello. Sin buenos dientes no podría comer de todo y eso, a la larga, terminaría con él.
Por eso, desde la Antigüedad, ha usado diferentes sistemas para la higiene dental. Sabemos, por ejemplo, que los árabes usaban ramitas de areca, una planta de palma cuya nuez era a su vez un excelente dentífrico.
Tenían así juntos en un mismo producto el cepillo y el dentífrico.
No obstante, el cepillo, tal como hoy lo conocemos, fue una idea de los dentistas chinos. En 1498 insertaron pelos de cerdo en un hueso alargado y se lo ofrecieron como un regalo especial a su emperador.
Con el tiempo, los ingleses lo pusieron de moda en Europa a lo largo del siglo XVII. Aunque aquí también se utilizaron crines de caballo o pelos de otros animales. Pero eran tan caros de todas formas estos cepillos, que en las familias humildes sus miembros no tenían más remedio que compartirlo.
De las cerdas naturales a las sintéticas
Un salto significativo en la historia del cepillo de dientes se produjo cuando, las caras cerdas naturales, fueron reemplazadas por un material artificial más asequible.Ocurrió en 1938 y lo hizo el doctor West, que trabajaba en la firma DuPont. Se trataba del naylon, un polímero artificial que pertenece al grupo de las poliamidas y cuya primera aplicación fue crear con él cerdas para los cepillos de dientes.
De modo que sustituyeron los pelos porcinos por cerdas de nailon. Un material sintético que presentaba varias ventajas frente a las cerdas de animales: era rígido, indeformable y no era atacado por la humedad.
Una propiedad que evitaba el consiguiente riesgo de infecciones.
Sin embargo, al principio, las cerdas eran tan rígidas que causaban serias molestias en los usuarios e incluso daños en las encías.
Una buena razón que frenó su implantación hasta que, la propia Du Pont, desarrolló el nailon blando, y en 1950 sacaba al mercado cepillos con dichas fibras.
Cepillo de dientes eléctrico
Pero de forma paralela al desarrollo del cepillo de dientes manual, también lo hacía el eléctrico. Fue el siguiente salto significativo en la historia del cepillo dental. Nada menos que de 1885, data la primera patente que se conoce de un cepillo de dientes vibratorio provisto de un motor eléctrico.De su inventor sólo se conoce que fue un dentista estadounidense de apellido Scott. También sabemos que el cepillo era incómodo, ruidoso y caro. Que necesitaba mejoras. Pues vaya novedad. Como casi todo lo que empieza.
Por eso no fue hasta la década de los sesenta del siglo XX, cuando su uso se puso de moda sobre todo en el mundo anglosajón.
El primer cepillo de dientes eléctrico, el Broxodent, fue presentado por la empresa Squibb Pharmaceutical en el centenario de la American Dental Association en 1959. Cincuenta años ahora, desde entonces.
Por supuesto el resto de empresas del sector no le fueron a la zaga y, muy poco después, la General Electric sacaba al mercado el primer cepillo de dientes eléctrico sin cable, accionado por pilas.
Así hasta nuestros actuales cepillos eléctricos sin cables también, pero sin pilas ¿Cómo es posible?
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