Han de saber que este año del Señor de 2008, se cumplen ciento cincuenta años de una de las grandes revoluciones del conocimiento científico.
Una de esas que han marcado la historia de la humanidad. Un siglo y medio ya de revolución darwiniana.
Una de esas que han marcado la historia de la humanidad. Un siglo y medio ya de revolución darwiniana.
Que nos revelan que el hombre no es el centro de la creación en el mundo biológico. Ni mucho menos.
Sólo es el producto de una selección natural de las especies. Sólo eso. Por más que quieran unos y para disgusto de otros.
Se dio a conocer en un artículo que iba firmado conjuntamente por Alfred Russell Wallace y Charles Darwin, y llevaba un largo título: “On the variation of organic beings in the state of nature; on the natural means of selection; on the comparison of domestic races and true species” (Sobre la tendencia de las especies a crear variedades).
Se refería a todas las especies vivas del planeta y fue presentado el 1 de Julio de 1858 en la Linnean Society de Londres. Una fecha histórica y un estudio genérico.
Un año después, en 1859, Darwin publicaba “On the origin of species by means of natural selection” (El origen de las especies) donde exponía la teoría ya aplicada a los reinos animal y vegetal.
Habría que esperar doce años para que, en 1871, la hipótesis de la evolución la extendiera al ser humano. Lo hizo con la edición de “The descent of man and selection in relation to sex” (El origen del hombre). Un estudio ya especial y selectivo.
A nadie escapa que la obra de Darwin ha trascendido a su época y al propio mundo científico. Tal es su importancia.
A su época porque es más que evidente su radical influencia en el pensamiento de la humanidad, aún en estos albores del siglo XXI.
Y a su propio mundo, porque sigue siendo motivo de grandes y espinosos debates entre ciencia y religión. Cuando ya no lo es en el terreno científico, desde hace más de un siglo. Curioso.
Admitida por la cultura científica, es en la opinión pública donde se siguen librando la batalla de las ideas. Unas ideas sustentadas, en la mayoría de los casos, sólo por las creencias individuales. Unas creencias influenciadas, claramente, por la existencia o no de convicciones religiosas. Una mala combinación.
Pruebas de algo y fe en algo, son planteamientos excluyentes. Ciencia y creencia son malas compañeras de viaje. No deben ir juntas. Donde acaba una debe empieza la otra.
Ciencia, cultura y creencia. Tres pilares de la controversia en nuestra sociedad. Y entre ellas la divulgación. Principio y fin de la controversia ¡Qué trabajos nos manda el Señor!
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