(Continuación) Tras estudiar la solicitud, lo que se autorizó al Comité Organizador Chino fue un cambio de tan sólo dos semanas, en lugar de las tres pedidas.
El argumento era definitivo. La última semana de agosto estaba ya repleta de pruebas deportivas internacionales, que no podían solaparse con los Juegos.
Ante semejante razonamiento los chinos, aunque decepcionados, no les quedó otro remedio que aceptar. No empezarían el quince sino el ocho de agosto.
Es decir, que la simbólica, mágica y supersticiosa fecha no la había elegido la misteriosa y crédula China, sino la escéptica meteorología y el práctico y omnipotente COI.
Entonces se preguntarán, ¿qué leñe eligieron los chinos? Pues más bien nada. Bueno, un poco. La hora de comienzo, las ocho de la tarde. Sólo eso. Y así cerraban el círculo mistérico, alrededor del talismánico número. Y nacía la macana china del ocho.
Además la adornaron con un argumento del tipo ad hoc. Al parecer, el dígito se pronuncia como la palabra “fa” que forma parte de la expresión “volverse rico”, y por eso (¡!) dicen, que traerá buena suerte ¡Puff! ¿Qué raro, no?
No sé que pensarán ustedes pero esto suena a una camelancia oriental más, a una sombra chinesca. Vamos que lo que nos contaron los chinos era lo esperable. Lo que hasta un niño pequeño sabe: lo que los chinos cuentan son… pues …cuentos chinos.
Ya hubo quien dijo que la verdad existe. Que sólo hay que inventar la mentira. Pues eso.
Y a todo esto la prensa española ni mus. Lo que les cuento me llegó por el blog malaprensa, donde se explica que, únicamente, Lavanguardia.es, firmado por EFE, daba cuenta del asunto y desmontaba el mito.
Después se subieron al carro de la noticia los diarios El Heraldo de Aragón y Deia. Y pare usted de contar.
Que es mucho lo que había en juego y no era cuestión de enfadar al gigante chino sin necesidad.
Porque la máxima amarillista del principio, la que aconsejaba no permitir que la verdad se interpusiera entre uno y una buena noticia, tiene continuación.
En este caso de color salmón, ya saben el de la economía, dice así: “No permitas que la verdad te estropee un buen negocio”.
Y hasta aquí le voy a contar hoy, que a buen entendedor pocas palabras bastan.
El argumento era definitivo. La última semana de agosto estaba ya repleta de pruebas deportivas internacionales, que no podían solaparse con los Juegos.
Ante semejante razonamiento los chinos, aunque decepcionados, no les quedó otro remedio que aceptar. No empezarían el quince sino el ocho de agosto.
Es decir, que la simbólica, mágica y supersticiosa fecha no la había elegido la misteriosa y crédula China, sino la escéptica meteorología y el práctico y omnipotente COI.
Entonces se preguntarán, ¿qué leñe eligieron los chinos? Pues más bien nada. Bueno, un poco. La hora de comienzo, las ocho de la tarde. Sólo eso. Y así cerraban el círculo mistérico, alrededor del talismánico número. Y nacía la macana china del ocho.
Además la adornaron con un argumento del tipo ad hoc. Al parecer, el dígito se pronuncia como la palabra “fa” que forma parte de la expresión “volverse rico”, y por eso (¡!) dicen, que traerá buena suerte ¡Puff! ¿Qué raro, no?
No sé que pensarán ustedes pero esto suena a una camelancia oriental más, a una sombra chinesca. Vamos que lo que nos contaron los chinos era lo esperable. Lo que hasta un niño pequeño sabe: lo que los chinos cuentan son… pues …cuentos chinos.
Ya hubo quien dijo que la verdad existe. Que sólo hay que inventar la mentira. Pues eso.
Y a todo esto la prensa española ni mus. Lo que les cuento me llegó por el blog malaprensa, donde se explica que, únicamente, Lavanguardia.es, firmado por EFE, daba cuenta del asunto y desmontaba el mito.
Después se subieron al carro de la noticia los diarios El Heraldo de Aragón y Deia. Y pare usted de contar.
Que es mucho lo que había en juego y no era cuestión de enfadar al gigante chino sin necesidad.
Porque la máxima amarillista del principio, la que aconsejaba no permitir que la verdad se interpusiera entre uno y una buena noticia, tiene continuación.
En este caso de color salmón, ya saben el de la economía, dice así: “No permitas que la verdad te estropee un buen negocio”.
Y hasta aquí le voy a contar hoy, que a buen entendedor pocas palabras bastan.
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